lunes, 26 de julio de 2021

“¡QUÉ SOLOS! PERO ¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS VIEJOS!”

 

“¡QUÉ SOLOS! PERO ¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS VIEJOS!”

“¡Qué solos!” Pero “¡Qué solos se quedan los viejos!”

Uno de los indicadores del subdesarrollo moral, espiritual y material es el abandono y despreocupación de las personas mayores, de los que somos viejos, en especial, de los que necesitan y dependen de los demás. No digamos cuando se aproxima la muerte, momento en el que la despreocupación y el abandono pueden llegar a ser un crimen.

He vivido de cerca el drama de una persona abandonada por su familia, a quien sus “seres queridos” dejaron en manos extrañas para que lo atendieran esperando a la muerte, solo, para no molestar a quienes había dedicado su vida con todo el amor, trabajo e ilusión imaginables.

“¡Dime lo que haces y te diré lo que te harán!”

Es un axioma y una realidad incuestionable.

“¡El que a los suyos abandona, recibirá lo que ha dado: el abandono!”

“¡Nadie es tan ignorante para creer que lo que hacemos no tiene repercusión en nuestro entorno y en nuestra  propia persona!”

La vida es un bumerán constante. Todo regresa a donde partió y de acuerdo a la velocidad con lo que fue lanzado. Cuanto mayor fue el impulso, antes nos llegará, y con más intensidad.

“¡¡¡Somos y seguiremos siendo seres sociales, que nos necesitamos los unos a los otros!!!”

“¡Nadie, pero nadie, es suficientemente independiente para no necesitar de los demás!”

La vida es la maravilla que tenemos que aprovechar para vivir lo mejor y más feliz y libre que podamos y seamos capaces. No existe otra forma mejor que compartir, honestamente, la felicidad en la libertad.

“¡¡¡Uno de los mayores honores, alegrías y satisfacciones que tiene la vida es compartir la honestidad y en libertad!!!”

“¡La honesta participación es la solución necesaria para tener felicidad en la libertad!”

“¡Qué solos!” Pero “¡Qué solos se quedan los viejos!”

“¡Qué solos!” Pero ¡Qué solos se quedarán los vivos que actúan como seres deshonestos, abandonando a quien debían acompañar y proteger, dejándolos en la más absoluta soledad familiar!

“¡Qué solos!” Pero ¡Qué solos se quedarán aquellos que abandonan a los  suyos para no tener que atenderlos cuando más necesitamos a los nuestros, a nuestros amigos y, en especial, a nuestra familia, volviéndose en unos enemigos acérrimos, despiadados, sin compasión y sin amor.

“¡¡¡Lo que hagamos, eso harán con nosotros!!!”  Lógicamente ¿por qué no?

No esperemos otra cosa.

“¡QUÉ SOLOS! PERO ¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS VIEJOS!”

Cuando los más jóvenes abandonan a sus mayores.

Crean una dinámica que a los que abandonaron dejaran la huella de haber sido abandonos,  y continuará hasta ser ellos también abandonados.

El abandono es contagioso  porque se aprovecha el mal, para imponer su  voluntad.

Desgraciados los dominados por el mal, ellos recibirán el abandono con la mayor soledad.

“¡QUÉ SOLOS! PERO ¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS VIEJOS!”  Cuando los abandonan los jóvenes, y a ellos se le aplicará la misma medida, del abandono en la necesidad, y morirán solos. Desgraciadamente.


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