“¡NADIE SABE LO QUE ME HA COSTADO ESTAR CALLADO!”
Son tantas las vivencias y creencias que quiero compartir, que no
comunicarme con la frecuencia normal, se me hace cuesta arriba y me cuesta lo
que no se pueden imaginar.
Esto me lleva a plantearme una pregunta: ¿estoy ayudando? Y
también: ¿me mueve solo el deseo y la necesidad de exponer, sin saber si estoy
realmente ayudando? ¡Espero que no! ¡Padre Dios mío y nuestro! ¿Estoy
equivocado?
Saben que me educaron en el amor al primer Mandamiento: amar a
Padre Dios sobre todas las cosas y al prójimo – a usted – como a mí mimo. Y si
no soy consecuente, me siento mal porque considero que he pecado contra Padre
Dios y contra ustedes.
Esta inquietud, por la educación recibida, que acepté plenamente,
me impulsa a comunicarme y compartir con ustedes mis vivencias, creencias y
todo aquello que creo que puede ayudar. Al menos yo así me lo creo.
Por ello ruego me perdonen si me he convertido en un majadero y he
abusado del amor y de la caridad de todos ustedes. Reitero que no es mi deseo,
pero puede que esté cayendo en ese buen error, que no deja de ser un error.
“¡Nadie sabe lo que me ha costado estar callado!” Confío que mi
amor apasionado por todos ustedes, sea disculpa y reducción de pena y ayuda para
el perdón.
Pueden y deben contar conmigo, y yo corresponder con todo lo que
tengo y soy, porque si no, no soy yo.
Soy y pretende ser consecuente con mis valores y creencias, y
espero que sirvan para ayudar con mi honesta participación,
Les quiero con toda el alma y ustedes son la razón de mi vida y el
cimiento, de, quizá, mi corto futuro, que necesito compartir con ustedes hasta
que me llegue la muerte.
Gracias y que Padre Dios
les bendiga, como les bendigo yo.
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