viernes, 29 de septiembre de 2017

“EL TERRORISMO”.


 
 

 “EL TERRORISMO”



El terrorismo nos devuelve a la guerra de guerrillas.
La historia se repite.
Ni la libertad, ni la educación, ni la preparación moral e intelectual – fundamentos de la libertad  y de la moralidad – están con los terroristas, todo lo contrario: los que los condenamos somos la mayoría de la humanidad.
Así lo deduzco de las manifestaciones de repulsa – y con razón – a los recientes atentados de Barcelona.
Sin embargo, no veo ni oigo la misma repulsa al terrorismo atroz de la muerte de inocentes por no tener lo necesario e imprescindible, aquello  que le pudimos haber dado y que no les hemos dado.
Son lógicas y necesarias las repulsas, las reacciones y las condenas de los actos de terrorismo: expresan lo que los seres humanos necesitamos para la felicidad, la paz, la tranquilidad,  la necesaria seguridad de la vida.
Las preferencias personales no son por lo llamativo del acto, sino por el daño que infringimos o nos infringen, tanto por activa como por pasiva.
Sin la honesta participación de la mayoría no hay ni habrá posibilidades de tener y gozar la paz, la felicidad y la libertad.
¿Cuántas personas, de todas las edades, mueren por falta de lo imprescindible? Si la mayoría las socorriésemos, para lo cual no hace mucho esfuerzo si no determinación, esos niños y mayores no morirían y vivirían. Eso sí que es terrorismo a escala planetaria y de miles de personas.
El terrorismo fanático, y poniendo por testigo a la Divinidad, es una forma evidente de la falta de amor y de sacrificio por los demás. Es odio mortal. Es pedir la muerte a cambio de nada, matar a cambio de nadad, porque los que mueren no tienen nada que ver con las exigencias terroristas.
¿Cómo entiendo que esos ataques incontrolados y locos sucedan esporádicamente? Creo que por la falta de la honesta participación de la mayoría.
Quejarse, romperse las vestiduras, lamentarse por hecho ciertos y verdaderos tiene su  fundamento en la verdad, en la realidad. Pero no estamos haciendo nada por eliminar el mal, a miles de muertes por nuestro terrorismo pasota.
¿Por qué suceden esos hechos aterradores que les cuestan la vida a tantos inocentes? Yo me siento culpable. El porqué sigue siendo el mismo: la falta de la honesta participación de la mayoría, yo incluido.
No debo de estar siendo ni actuando con la suficiente honestidad y participación para ayudar. Para contribuir a que no mueran aquellas personas que pudiendo vivir, mueren, entre ellas niños inocentes.
Estas palabras que hoy escribo me responsabilizan y me obligan a buscar los medios y las formas de ayudar a quien lo necesita de verdad. Les pido que me ayuden a ser lo que debo ser y hacer lo que debo hacer.
Me tiene que impulsar y exigir, no solo a escribir sino a ser y hacer lo que debo hacer.
Padre Dios ilumina nuestras conciencias, almas y virtudes y responsabilidades, y siembra en nosotros la responsabilidad de hacer lo que debemos hacer. En especial en aquello y aquellas cosas y hechos que son vidas que dependen de mi, de mis hechos, y de los de los demás.
¿Cómo acabar con el terrorismo? Con amor y hechos de honesta participación, que eliminen el pasotismo e incrementen el amor a los demás. Dejarlos sin armas, porque damos todo lo que podemos por solucionar verdaderos y necesarios problemas de vida, de subsistencia, que tienen tantas personas. De la vida, para que no mueran por mi falta de cooperación.
¿Qué puedo y que debo hacer? Realmente no lo sé. Necesito la ayuda de los demás, porque juntos, seguro, eliminaremos el mal en el terrorismo de aquí y de cualquier otro lugar del planeta.
Padre Dios ilumina nuestros corazones y nuestras mentes, creyentes o no, para que tratemos, por todos los medio, que no muera nadie más, y menos por el terrorismo de unos pocos, porque salvamos a los demás, que son los muchos.
El terrorismo lo tenemos que combatir siempre, porque no hay razón para matar, y tenemos que defendernos con todos los medios y con la honesta participación de, al menos, la mayoría en la búsqueda y captura de esos criminales. Y sin olvidar a los demás necesitados.
 
 

miércoles, 27 de septiembre de 2017

“¿QUÉ PUEDO HACER? ¿QUÉ DEBO HACER? ¿QUÉ HE HECHO?.

 
 
 
Miércoles 27-09-2017.
“¿QUÉ PUEDO HACER? ¿QUÉ DEBO HACER? ¿QUÉ HE HECHO?


¿Qué puedo hacer? Mucho.
¿Qué debo hacer? Mucho.
¿Qué he hecho? Poco.
Nunca me he flagelado. A lo mejor debía haberlo hecho … Pero el caso es que no lo he hecho, ni siquiera para tratar de reparar por mis pecados.
Quiero hacer balance de mi vida y no puedo hacerlo, porque no tengo todas las cifras del debe y del haber. Probablemente ese examen sería parcial. No puedo juzgarme.
¿Qué creo que he hecho en realidad? He tratado de amar a Padre Dios y a Usted como a mí mismo. Así me educaron  y así he querido y he tratado de vivir. Porque lo necesitaba.
En el ocaso de mi vida, quiero y necesito vivir la realidad de mi vida.
Al  mirar hacia atrás veo lagunas y mares.
He navegado por mares en calma y por mares embravecidos.
Lagunas que quisiera convertir en mares, que sirvan para que otros naveguen buscando "El Dorado”: la plena felicidad y la plena libertad.
He sido y sigo siendo un afortunado. Tengo amigos y muchas personas que me quieren.
No quiero desperdiciar el tiempo que me queda en lagunas, quisiera que fueran mares a recorrer.
Lo hecho, hecho está. Siempre hay tiempo para enmendar y remediar, y es lo que intento: que todo lo que haga me sirva para ayudar, que es mi gran meta a alcanzar.
Quiero y necesito dedicar el tiempo que me queda en ayudar. Necesito su ayuda para poder ayudar. Solo no puedo.
Intentaré aprovechar el tiempo que me queda para tratar de llegar a donde debía haber llegado y poder presentar un balance que me permita alcanzar la contemplación de Padre Dios.
Que sean estas palabras un sincero querer y amar para poder llegar al deseado y ambicionado destino final, por haberle ayudado, y a todos los demás, con un sincero amor de querer ayudar.
Quisiera que me recordasen como alguien que quiso ser consecuente con sus obligaciones personales y sociales, y que llegó al final con honestidad.



“¡LE NECESITO!” ¡LE ESTOY ESPERANDO!”.




Lunes 25-09-2017.
  “¡LE NECESITO!” ¡LE ESTOY ESPERANDO!”


¡Le estoy esperando! ¡Yo solo no puedo! ¡Le necesito!

Nací porque mis padres se quisieron y fueron generosos: mi madre me gestó y no me abortó. Durante muchos años necesité la ayuda de mi padre y de mi madre.

Crecí  y sigo viviendo con, por y con la ayuda de los demás.

No sé, ni quiero vivir sin contar con la ayuda de los demás.

¡He tratado y trato de alcanzar metas tan grandes como necesarias!

Solo no puedo. Le necesito a Usted. Le estoy esperando para que juntos podamos alcanzar lo que nos enseñaron era la felicidad y la libertad.

He recorrido una parte importante de mi vida. No sé lo que me queda por recorrer. Por mi edad, deduzco que no puede ser mucho. 

Aunque sea poco, trataré de seguir buscando el medio y forma de alcanzar las metas que debo alcanzar. Para ello le sigo necesitando. Por ello le estoy esperando.

La soledad absoluta no existe. No estoy absolutamente solo. Sí existen la separación, la lejanía, la distancia, que son enemigos de la amistad.

Sigo viviendo y tengo que aprovechar el tiempo. Pero para ello le necesito: para que juntos encontremos el camino y la senda que nos lleve a las metas que tenemos y debemos alcanzar. Estoy seguro de que Usted, con su amor y amistad, me ayudará a encontrar y recorrer el camino.

Juntos estamos seguros en el camino correcto, que no es otro que el de la santidad.

Si estuviera solo, me perdería y no sabría encontrar ese maravilloso camino de la santidad.

¡Le necesito! ¡Le sigo esperando! Para que juntos caminemos por el camino de la santidad. Es la meta a alcanzar para llegar y vivir la plena felicidad y la plena libertad.

Por favor ¡Le necesito! ¡Aquí le estoy esperando!



viernes, 22 de septiembre de 2017

“EL DESPILFARRO”.






 “EL DESPILFARRO”
 
 Pocos cuestionan que el despilfarro sea un mal y como tal, algo reprobable. Pero hay determinadas actividades y estamentos en los que merece una condena enérgica y contundente.
 El diccionario dice que despilfarro es derrochar, malgastar, malbaratar. Todas y cada una de estas acepciones es dañina y tóxica.
 Quien despilfarra su patrimonio personal se arruina. Él mismo se condena. A veces, merece el reproche social de la prodigalidad, del derroche.
 Quien despilfarra el patrimonio público debería ser juzgado y condenado de forma enérgica: el dinero público es sagrado, porque es de todos.
 El ser humano ha despilfarrado desde de siempre. Y desde siempre, sus consecuencias han sido nefastas, ya sean a particulares como a una comunidad.
 Por su puesto, la gravedad del despilfarro está en relación directa al número de personas que afecta y a la cantidad despilfarrada.
 Hay muchas formar de despilfarrar, no sólo con dinero, y voy a dar algunos ejemplos:
        -  El enchufismo.
        - No dedicarle el tiempo obligado a un trabajo, público o privado.
        - Despreocuparse de las propias responsabilidades.
        - "Pasar"; el pasota despilfarra no por sus acciones, no, lo hace por no hacer nada.
        - Creerse que uno se lo sabe todo, o creerse que su puesto es una propiedad particular en política, es despilfarrar.         
Insisto que el despilfarro en política, el despilfarro en la actividad de los bienes de la comunidad, es tremendamente perjudicial porque afecta a muchas personas. A mayor número de personas que afecta, mayor el daño y mayor debería ser la pena o castigo al delincuente. No hay que olvidar el valor o dimensión ejemplar de las penas.
 No creo que haya lugar a la duda: quien despilfarra los bienes de la comunidad es un delincuente; el despilfarro debería ser un delito notorio, porque es un delito que se comete públicamente y afecta a muchas personas.
 A ello hay que añadir que en la época que nos ha tocado vivir, los despilfarros son más dañinos. Hoy todos los recursos son pocos, y el despilfarrar causa un daño enorme.
 Pero hay un despilfarro aún más demoledor y espantoso: desperdiciar la propia vida y en cosa que nos ha convencido y lo hemos creído.
 La vida de cada uno de nosotros es tan sumamente impresionante que somos únicos e irrepetibles, y nuestra vida es de un valor incalculable. 
 Desperdiciar la vida, despilfarrar la vida es algo que debemos tener muy presentes, porque el tiempo pasa y no es recuperable jamás.        
 El ayer ya no vuelve más.
 Todos, creyentes como no, todos tenemos que ser conscientes de nuestras obligaciones particulares, familiares y sociales, y no podemos despreocuparnos de ellas.
 Cualquier forma de despilfarro es funesta, y nunca es tarde para enmendarse.
 ¡Qué me lo digan a mí!
 Seguro que alguna vez he despilfarrado en mi vida, y ruego a Padre Dios y a la Virgen del Pino que me perdonen, y me hagan consciente para no volver a despilfarrar.
 Mi esperanza es la misericordia infinita de Padre Dios, y, por supuesto, en mi arrepentimiento y en actuar ahora en consecuencia.
En la espera deseada que desparezca de la tierra el despilfarro, y si lo hay sea condenado en la medida del daño causado, para que sirva de ejemplo y nadie se le ocurra volver a cometerlo
 Roguemos, como siempre, por todos nosotros para que Padre Dios nos conceda la gracia de ser, a los no creyentes: buenos ciudadanos, y a los creyentes: buenos ciudadanos.






miércoles, 20 de septiembre de 2017

“CONCIENCIA DE PUEBLO”.



 “CONCIENCIA DE PUEBLO”


Estoy preocupado por nuestro pueblo,  y por todos los pueblos del mundo.
Vivimos en un pueblo cuando podemos dar una respuesta positiva a estas tres preguntas:
¿Qué grado de intimidad, de relación tenemos con nuestros vecinos?
Cada vez que vamos a nuestras casas ¿sentimos que nos acercamos a algo propio?
Y tercera: las casas, las calles, las tiendas, y, en especial, las personas de este lugar ¿tienen algún significado para nosotros?
¡Hay de aquel que no lo sienta así! Porque es un forastero, o vive en una ciudad, triste e incomprensiblemente: los humanos somos seres sociables.
Identificar e identificarnos con lo que nos rodea - como lo hacemos cuando somos miembros de un pueblo y con identidad - depende, en gran parte, de los años que hemos vivido en él y, supongo, esa identificación es mayor cuando, además, nuestros antepasados también fueron vecinos de nuestro pueblo.
Y la razón fundamental es que conocemos y hemos vivido su historia y somos personas educadas, con urbanidad.
A partir de ese momento, los vecinos dejan de ser “conocidos de vista”, y pasan a tener una mayor relación y comunicación. Siempre insisto en lo mismo: que intentemos no perder la convivencia para seguir siendo pueblo.
Relacionarnos los unos con los otros, eso es pueblo.
Los pueblos se diferencian de la vida de una ciudad porque los habitantes se conocen y se relacionan entre sí.
Existe, hay una relación directamente proporcional, pero cargada de contradicción: cuanto mayor es la congregación de casas y vecinos en una ciudad, mayor es también el aislamiento y la desconexión entre ellos. Y no digamos  ahora con el móvil.
En un pueblo nos conocemos y somos conocidos.
Los que vivimos en el mismo Distrito siempre nos hemos caracterizados por el cariño que le hemos tenido a nuestros pueblos, y la gran relación personal entre nosotros.
Y que espero le sigamos teniendo. Aunque ha comenzado un aislamiento.
Los seres humanos somos seres históricos, y lo que nos rodea termina siendo parte de nuestra historia.
Los árboles, las calles, los ruidos, los olores, la luz... son elementos que configuran nuestro pueblo, porque le dan una personalidad propia.
Hablar de nuestra casa es situarla dentro de una parte concreta de nuestro pueblo: una parte que nos es especialmente querida. 
Todo esto lo expongo, e insisto, porque no quiero perderlo, aunque crea que vamos camino de ello. Estas vivencias de pueblo no pueden quedar reducidas a la nostalgia de unos hechos humanos  que ya no vivimos.
El recuerdo de la relación de conocimientos y amistades que hubo en otros tiempos, pero que ya no existen. Si llegamos a eso, habremos perdido la noble categoría de pueblo: nos habremos convertidos en vecinos aislados de una ciudad, y posiblemente tristes y desamparados.
¡Qué tristeza si esto ocurriera! Se pierde una parte de la felicidad.
Perderíamos las relaciones cordiales, - más aún, cariñosas – entre nosotros. Y lo que eran vivencias alegres quedarían en recuerdos añorados.
Desembocaríamos en el clásico e incomprensible aislamiento de la ciudad.
Anónimos rodeados de muchos anónimos
Una fabulosa suma de seres aislados. ¡Qué triste, Dios mío!
Tenemos, y creo que debemos luchar, denodadamente, para que no desaparezcan nuestras vivencias como pueblo, y podamos seguir viviendo autosuficientes, en especial en el cariño y respeto que siempre ha existido entre nosotros. Así como el tratar de transmitírselo a nuestros hijos para darle continuidad en el tiempo y en los hechos.
Entonces podremos seguir siendo felices vecinos, porque vivimos en nuestro pueblo; en el que siempre hemos vivido, y en el que siempre queremos seguir viviendo.
De nosotros depende en gran medida, si participamos y nos relacionamos.
En espera de continuar viviendo como un pueblo, siendo seres sociables, educados y solidarios, compartiendo la felicidad, que es la más grande y duradera, reciban todo nuestro cariño con un fuerte abrazo fraternal y vecinal.



lunes, 18 de septiembre de 2017

"DECIR COSAS DE GRAN CANARIA".




 “DECIR COSAS DE GRAN CANARIA

         Decir cosas buenas, si, son muchas las que podemos y debemos de decir de nuestro pueblo, y de nuestra isla de Gran Canaria.
         Hemos nacido en un lugar privilegiado.
         Tenemos el clima más benigno del planeta Tierra.
         Se nos ha conocido por la “nobleza del canario”.
         Aquí no se blasfemaba.
         Lo normal ha sido, siempre, que nos respetemos los unos a los otros.
         Las personas mayores eran reverenciadas. Nunca se necesitaron las casas de acogida.
A nadie se le ocurría, ni siquiera pensarlo, en abandonar y no cuidar, con todo cariño y admiración, a nuestros mayores.
Cuando un mayor estaba hablando nadie lo interrumpía.
Todo esto ha sido normal, lo hemos hecho con la mayor naturalidad.
La educación que nos han dado nuestros padres y abuelos era la que ellos habían recibido, por lo tanto, los anteriores a ellos, también eran personas nobles y educadas.
No se sabe desde cuándo somos merecedores de ser llamado: “pueblo noble y educado”.
No cabe duda que ha habido y hay un problema.
Al ser unas islas “en medio del mar de la riqueza” - como diría mi tío Bernardino Correa -, tenemos una tremenda arribada de influencias foráneas, nos llegan las informaciones del exterior muy pronto, y si no tenemos una educación fuerte y firme nos puede arrollar lo de fuera. Como está pasando con el móvil y que tengamos que tener un coche.
Por eso tenemos que seguir fortaleciendo nuestras buenas costumbres. Lo que ha sido nuestra identidad.
Las influencias las hemos tenido siempre, pero siempre hemos incorporado lo que nos ayudaba a mejorar, nunca lo que nos perjudicaba.
Ahora hay unos comportamientos que me parecen mentira que los canarios hayamos llegado a esos niveles, de falta de civilización. Ya lo decía en un programa anterior: votar basura en las calles, esto no ha sido comportamiento de los grancanarios, jamás.
Esto debe de ser una influencia exterior que tenemos que combatir.
¿Qué otras cosas buenas?
La belleza de nuestras mujeres.
Las canarias eran la admiración de la España continental por su belleza y por su dulzura.
El “mi niño”.
¿Habrá frase más bella y cariñosa que esa? “Mi niño”.
Esto lo decimos los grancanarios.
¿Quién no conocía a su vecino? No sólo no se entendía sino que era inimaginable, incomprensible, no conocer y tratar al vecino.
Si a doña fulanita o don menganito lo veo y saludo todos los días ¿Cómo no voy a conocerla o conocerlo?
Otra cosa buena: el respeto a la propiedad ajena.
En mi juventud no existían ladrones. Las casas nunca se trancaban. Las puertas estaban sin pasada la llave, el que quería podía entrar en la casa que quisiera, y a la hora que quisiera.
Por supuesto, nadie entraba, era impensable.
Algunos coches no tenían ventanas, estaban abiertos siempre.
Nunca el pasado ha sido mejor que el presente, lo que sí nos pasa, como nos sucede a los humanos, es que nos enfermamos.
Yo creo, y quiero creer, que nos hemos enfermado, y tenemos que curarnos, y la única medicina que conozco es volver a influir en la familia, en los amigos, en la comunidad, con nuestros comportamientos nobles.
Que nuestras vidas traten de ser un ejemplo de educación y nobleza, y seguro, volveremos a ser lo que siempre hemos sido: un pueblo honesto, bueno, noble y educado.
         Necesitamos la felicidad para vivir felices, que es para lo que hemos nacido.
La felicidad es compartir, y sólo se vive así, cuando compartimos honradez, educación y nobleza.
En espera de ello, por lo mucho que le y les necesitamos, reciba y reciban el cariño que le y les tenemos, y sepa lo mucho que le y les necesitamos.
Sin usted, sin ustedes nosotros aquí no tenemos el menor sentido.

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