miércoles, 13 de septiembre de 2017

“¡QUERER, AMAR A MI PRÓJIMO!”.

 
“¡QUERER, AMAR A MI PRÓJIMO!” 
Querer, amar a mi prójimo tiene que ser un comportamiento instintivo y compulsivo, necesario y vital. Es el cimiento de la felicidad.

Amar a mi prójimo tiene que ser como respirar para vivir.

No se puede vivir sin amar al prójimo.

“¡El prójimo soy yo mismo en mi hermano!”

Desear el bien, gozar el bien y vivir el bien con intensidad y amor, es el camino seguro que conduce a mi prójimo, por amarlo como a mismo.

He vivido la felicidad al compartirla, pero al compartirla con mi prójimo. No puedo compartir si no tengo a mi prójimo.

¿Quién es mi prójimo? Quien me necesita y yo puedo y debo ayudarle con mi amor y con mi honesta participación.

“¡La honesta participación es amar sin condición!”

La vida es muy corta como para perderla en algo que no sea repartir el amor.

Amar con intensidad, amar con ardor, amar con pasión, tiene que ser la forma de vivir en la que me siento tan unido, tan cercano que busco a mi prójimo porque es mi hermano.

“¡El amor en la hermandad es la forma de vivir y repartir la felicidad!”

No vivo solo, vivo con mis hermanos los seres humanos, que son mi prójimo más cercano.

¿Quiénes son mis hermanos? Los de sangre y lo que estamos unidos por el amor y la hermandad que nos une hasta la eternidad.

Vivir es querer. Amar es querer. Mi prójimo es mi hermano, a quien tengo que querer y amar. Vivamos para ayudarnos.

Vivir sin querer es perder la vida sin sentido, ni razón y sin ninguna ilusión.

“¡Querer, amar a mi prójimo!” Llena la vida de contenido, nos pone en el camino de la santidad.

¿A qué espera? Le necesito. Yo soy su prójimo, que le necesita. No me deje, por favor óigame, escúcheme que le necesito.

No es devoción, es obligación que estemos todos pendientes de buscar a nuestro prójimo para amarlo con pasión, ayudarlo, y así redimir mis errores y pecados y ponerme en camino de la salvación.

Benditos y alabados sean los buenos, que buscan y encuentran a  su prójimo para amarlo más allá de la propia realidad. Es convertir en realidad el anhelo de su necesitad, porque somos sus hermanos.

Benditos y alabados sean quienes aman a su prójimo, ellos son los que me necesitan, como yo les necesito para mi santidad.

La santidad es amar al prójimo como a mí mismo, sentirlo y ayudarlo como a mi querido y amado hermano, y todo porque mi corazón rebosa de amor a mi prójimo que es mi hermano.

Querer y amar a mi prójimo es entrar en el espacio reservado a los santos, por ayudar, sin pedir nada a cambio, y recibir el eterno agradecimiento del profundo y agradecido amor de mi hermano.

Querer y amar a mi prójimo es llegar a la cumbre del amor, de la plena felicidad y alcanzar la mayor y mejor libertad.

Bendito y alabado sea quien ama a su prójimo porque es y sean: “¡Benditos y alabados sean mis hermanos que son mi prójimo amado!”

¿Quién es mi prójimo? Usted y su hermano.


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