“¡QUERER, AMAR A MI PRÓJIMO!”
Querer, amar a mi prójimo tiene que
ser un comportamiento instintivo y compulsivo, necesario y vital. Es el
cimiento de la felicidad.
Amar a mi prójimo tiene que ser como
respirar para vivir.
No se puede vivir sin amar al
prójimo.
“¡El
prójimo soy yo mismo en mi hermano!”
Desear el bien, gozar el bien y
vivir el bien con intensidad y amor, es el camino seguro que conduce a mi
prójimo, por amarlo como a mismo.
He vivido la felicidad al
compartirla, pero al compartirla con mi prójimo. No puedo compartir si no tengo
a mi prójimo.
¿Quién es
mi prójimo? Quien me necesita y yo puedo y debo ayudarle con mi amor y con mi
honesta participación.
“¡La
honesta participación es amar sin condición!”
La vida es muy corta como para
perderla en algo que no sea repartir el amor.
Amar con intensidad, amar con ardor,
amar con pasión, tiene que ser la forma de vivir en la que me siento tan unido,
tan cercano que busco a mi prójimo porque es mi hermano.
“¡El amor
en la hermandad es la forma de vivir y repartir la felicidad!”
No vivo solo, vivo con mis hermanos
los seres humanos, que son mi prójimo más cercano.
¿Quiénes son mis hermanos? Los de
sangre y lo que estamos unidos por el amor y la hermandad que nos une hasta la
eternidad.
Vivir es querer. Amar es querer. Mi
prójimo es mi hermano, a quien tengo que querer y amar. Vivamos para ayudarnos.
Vivir sin querer es perder la vida
sin sentido, ni razón y sin ninguna ilusión.
“¡Querer, amar a mi prójimo!” Llena
la vida de contenido, nos pone en el camino de la santidad.
¿A qué espera? Le necesito. Yo soy
su prójimo, que le necesita. No me deje, por favor óigame, escúcheme que le
necesito.
No es devoción, es obligación que
estemos todos pendientes de buscar a nuestro prójimo para amarlo con pasión,
ayudarlo, y así redimir mis errores y pecados y ponerme en camino de la
salvación.
Benditos y alabados sean los buenos,
que buscan y encuentran a su prójimo para amarlo más allá de la propia
realidad. Es convertir en realidad el anhelo de su necesitad, porque somos sus
hermanos.
Benditos y alabados sean quienes
aman a su prójimo, ellos son los que me necesitan, como yo les necesito para mi
santidad.
La santidad es amar al prójimo como
a mí mismo, sentirlo y ayudarlo como a mi querido y amado hermano, y todo
porque mi corazón rebosa de amor a mi prójimo que es mi hermano.
Querer y amar a mi prójimo es entrar
en el espacio reservado a los santos, por ayudar, sin pedir nada a cambio, y
recibir el eterno agradecimiento del profundo y agradecido amor de mi hermano.
Querer y amar a mi prójimo es llegar
a la cumbre del amor, de la plena felicidad y alcanzar la mayor y mejor
libertad.
Bendito y alabado sea quien ama a su
prójimo porque es y sean: “¡Benditos y alabados sean mis hermanos que son mi
prójimo amado!”
¿Quién es mi prójimo? Usted y su
hermano.
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