“LA DESCONFIANZA”
La desconfianza es
corrosiva.
Destruye al que la
padece y a los que están a su alrededor, en especial a sus familiares. A los
más cercanos, en la relación personal y familiar.
El desconfiado se
destruye así mismo, porque no descansa: vive constantemente atrapado por las
sospechas (las amenazas imaginadas), noche y día.
La desconfianza es
angustiosa.
¿En qué me la estarán
jugando ahora? ¿Qué puedo hacer para parar el daño que me quieren causar? ¿Qué
puedo hacer para dañar a quien no me merece confianza?
No es sólo una
sensación. Se convierte en principio de actuación.
Todo es un por qué.
No se está de acuerdo con nada. No existe la posibilidad de llegar a un
entendenmiento. Es imposible.
El desconfiado, la
desconfiada siempre piensa que le están engañando.
No son capaces de
aplicar el principio de la presunción de Inocencia.
Es un mal, si Padre
Dios no les ilumina, irremediable.
Por ello, recemos.
Recemos mucho por los desconfiados. Que Padre Dios los devuelva la confianza,
para que la felicidad, que no tienen ni pueda tener, les llegue y puedan ser
felices. Lo que es imposible para ellos.
Quien siembra mal,
recoge mal.
Quien no confía,
desconfía. Y quien lo hace se amarga y le amarga la existencia a todo sobre el
quien tiene alguna ascendencia.
Es un mal contagioso
y acumulativo, en especial cuando procede de alguien cercano en el afecto.
Dios me libre del
desconfiado, porque yo me comprometo a rezar para que deje de serlo.
La confianza es el
fundamento de la felicidad y de la libertad.
Y la desconfianza origina el mal y la
venganza
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