“CRÍTICA A UN POLÍTICO HONESTO”
Hace muchos años, en un país donde se amarraban
los perros con longanizas, oí que un señor, al referirse a la dimisión de un
político que dejaba la política por honestidad, decía: “es un huevón porque
estuvo en la guanábana y no se acomodó”
Entonces, allí, era una idea comúnmente aceptada
que el estar en la política activa no tenía otro objeto que acomodarse:
enriquecerse deshonestamente, y todo lo más que uno pudiese.
También solía decirse: “que robe todo lo que
pueda, pero que haga algo por los demás”.
La corrupción es el cáncer más virulento, más
destructor y arrollador de una sociedad, de una nación, de una familia o de una
empresa. En definitiva, de cualquier actividad humana.
La corrupción lo destruye todo.
No existe riqueza ni bienes que resistan a la
corrupción.
La corrupción se fundamenta en la falta de
educación y de valores éticos, morales o religiosos, así como en la falta de la
honesta participación.
Si la corrupción se instala en un país
inmensamente rico, éste acabará en la miseria más absoluta y devastadora, con
detrimento de la vida y de la salud de sus habitantes.
La plena felicidad y la plena libertad son
patrimonio exclusivo de los pueblos honestos y participativos.
Los pueblos que creen y practican el Primer
Mandamiento: amar a Padre Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
nosotros mismos. Y en el caso de los no creyentes: vivir y participar
honestamente en todos los actos de sus vidas. Son pueblos grandes, donde la
felicidad y la libertad son lo normal.
El antídoto contra la corrupción es la honesta
participación.
En los países en los que se impone la mayoría
honesta y participativa no hay ni puede haber corrupción.
“La honesta participación sigue siendo la solución”.
¿En qué sociedad vive? ¿Cree que debe hacer algo? ¿O se siente
feliz y contento?
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