“A LAS MADRES Y A LOS PADRES QUE LES ROBARON UN HIJO”.
La maternidad es, sin
duda, el acontecimiento más importante para la humanidad.
La vida es única e
irrepetible. No hay dos personas iguales.
Engendrar, gestar y
parir un hijo es la máxima expresión de la felicidad y del amor. Es un hecho
trascendental.
La madre es el ser
humano que más y más desinteresado amor nos puede dar en la vida.
La maternidad es
incomparable. Tiene algo de divino.
El amor de una madre
supera lo imaginable.
Perder a un hijo debe
ser el mayor dolor de unos padres, especialmente de una madre.
¿Cómo es posible
entonces desear el aborto?
Quien desea el aborto
puede hacerlo porque su madre no le abortó.
La vida es propiedad
personal, intransferible, única e irrepetible de uno mismo.
Comprendo y rezo por el
dolor y el sufrimiento de unos padres que han perdido un hijo. Y si
además se lo han robado, el sufrimiento es aún mayor, como consecuencia
de la inagotable ilusión de encontrarlo.
Como creyente pido a
Padre Dios bendiga a esos sufridos padres y les de las fuerzas y resignación
necesarias para poder vivir de forma normal.
Siempre hay un tiempo
para arrepentirse y corregir y pedir perdón por los errores y pecados. Por ello
ruego y suplico a los padres que tienen un hijo robado que se lo devuelvan a
sus padres naturales, porque las bendiciones, el agradecimiento, la felicidad y
el amor serán tan grandes que durarán eternamente.
Quienes devuelvan los
hijos robados serán un ejemplo universal de amor, honestidad, desprendimiento y
valor.
Benditos y alabados sean
los padres que devuelvan al hijo robado.
Los hijos son de sus padres, y de nadie más.
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