“LA SOBERANÍA POPULAR”
No creo que la recuperación económica y social, la recuperación de
la libertad, sea posible mientras no exista una soberanía popular auténtica.
Somos cómodos y conformistas. Hemos renunciado a ejercer nuestra
potestad y se la hemos confiado a la clase política y a los poderes
económicos perversos.
Hemos consentido la corrupción. Y lo estamos pagando.
En nuestro país, una enorme masa de pasotas e individualistas
contribuye, cotidiana y directamente, al fortalecimiento de los poderes mal
ejercidos, porque no respetan los valores éticos o religiosos. Ésa es la
verdadera causa de la crisis económica.
En mi opinión, hasta que el pueblo no participe de su propia vida
e historia, ejerciendo la autoridad que le corresponde, los graves problemas
del momento presente quedarán sin solución.
La crisis económica, la falta de trabajo y la deshonestidad se
perpetuarán. Y con ellas, crecerá la pobreza personal, la pobreza social y la
pobreza política.
El comportamiento responsable y exigente de la mayoría honesta es
cada vez más necesario. No me cansaré de repetirlo. Es urgente que, por vía de
hecho,imponga su comportamiento correcto en todos los órdenes de la existencia.
Que la honestidad pro-activa sea norma de vida.
La renuncia al ejercicio de la soberanía popular -cimiento
del comportamiento democrático y libre- es lo que permite a la clase política y
al poder económico perverso dominarnos y convertirnos en auténticos esclavos.
Nuestro poder original está tan desacreditado, tiene tan poco
valor, que el poder perverso no sólo se ha hecho con la economía: también nos
ha quitado la libertad.
Mientras no ejerzamos la soberanía popular, no habrá democracia
real, ni tampoco libertad.
El único camino que conozco es que la mayoría honesta despierte.
Que usted, yo y todos los demás vivamos de acuerdo a valores éticos o
religiosos, con un comportamiento honesto y libre.
Restablezcamos nuestra autoridad (hagámosla valer) y habremos
restablecido la democracia, la economía y la libertad. Sin ellas no hay
felicidad.
La podredumbre de la corrupción, de la crisis económica, de la
ausencia de valores éticos o religiosos que ahoga la felicidad, personal
y social, y la libertad, crece y se multiplica en un "humus" cuyo
principal componente es la renuncia: dejaciones de derechos e incumplimiento de
obligaciones. Entre estas últimas, la obligación de ejercer el poder y también
la de pedir responsabilidades a quienes se lo hemos confiados.
De usted, de mi depende, y del vecino también.
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