“LA SOBERBIA Y LA HUMILDAD”
Hoy, Viernes Santo, - día muy importante para
los creyentes en Jesucristo -, necesitamos la humildad como medio para alcanzar
las metas que nos corresponden.
Les pido, a Padre Dios y su hijo Jesucristo Dios, nos
dé la humildad, y con ella la sabiduría y participación, para dejar de ser
esclavos y ser libres y felices.
La tendencia a la soberbia perdurará en nuestros
corazones hasta el momento de la muerte. Es de las peores inclinaciones del ser
humano, porque nos incita a “ser como Dios”, o a prescindir de Él, no
pidiéndole ayuda y no dándole gracias.
Una de sus consecuencias es la desunión y la
falta de la honesta participación en la vida familiar, empresarial y social.
La soberbia nos hace confiar exclusivamente en
nuestras fuerzas. Nos incapacita para levantar la mirada por encima de
nuestras cualidades y éxitos. El soberbio siempre se queda a ras de tierra.
La soberbia nos deja solos y débiles, aunque nos
creamos fuertes y capaces de grandes obras. Nos hace enemigos de la santidad,
se sea creyente o no.
Es también enemiga de la amistad, de la alegría,
de la verdadera fortaleza …
La Humildad es el fundamento de todas las
virtudes. Su oponente es la soberbia, que desemboca en el egoísmo.
El egoísmo nos convierte en la medida de todas
las cosas, hasta el desprecio total de Dios. No nos permite amar, más allá de a
nosotros mismos.
El egoísmo nos hace ser tacaños y
desagradecidos. Y las pocas veces que damos lo hacemos calculando el beneficio.
La soberbia es la raíz del egoísmo, y hace al
hombre desgraciado. No sabe dar sin esperar nada a cambio. No habla sino de si
mismo, es desagradecido, desprecia a los demás, y siempre pretende poner el
punto final. Él es lo único que le interesa.
El origen de todo pecado es la soberbia. El
hombre comienza a ser soberbio cuando se aparta de Dios de manera consciente y
lo repudia.
La humildad está relacionada con todas las
virtudes, en especial con la alegría, la fortaleza, la castidad, la sinceridad,
la sencillez, la afabilidad y la magnanimidad.
El humilde tiene gran facilidad para la amistad.
Para ser humildes debemos aceptar la humillación
que suponen aquellos defectos que no logramos superar, nuestras flaquezas
diarias … También nos ayudará el querer hacer la vida más amable a los demás,
prestar las ayudas que nos pidan, servir a la familia, en el trabajo, en
cualquier parte.
Tratar de rectificar en aquello que nos hemos
equivocado.
Querer a los demás sin pedir nada a cambio,
eleva la humildad, engrandece el alma y da la plena felicidad.
La humildad hace al hombre grande, enriquece lo
que le rodea y desarrolla la libertad.
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