“DESTACARSE POR LLAMAR LA ATENCIÓN. LA FALTA DE HUMILDAD”
La vanidad es un mal que apasiona, embarga y arrastra hasta la idiotez más supina.
Creerse importante es una de las formas más comunes de la vanidad (aunque no es la única).
La humildad es una de las virtudes necesaria para tener una vida feliz y libre, que ayuda, que coopera y reparte el bien.
Bendito sea el humilde. De él es la gloria terrenal y la gloria eterna.
Caminar con la cabeza levantada, por orgullo, es una manera de vivir equivocada, de merecer el rechazo social, de ser condenado al vacío y a la nada.
Caminar con la cabeza levantada porque se pude mirar de frente, sin tener que agacharla, es signo de humildad, y de haber recibido una educación en valores.
Recemos constantemente para que seamos humildes y atesoremos la humildad como la mayor de las riquezas.
La alabanza honesta puede originar equívocos y malos entendidos: el alabado puede caer en el error de creerse importante, cuando lo único importante es ser, vivir y practicar la humilde grandeza del alma y de la vida.
Dichosa la persona humilde, de ella es el reino de la tierra y el de los cielos.
Destacarse por llamar la atención, por falta de humildad, es trastocar la verdad. Desenfocar la realidad.
Vivir equivocado por creerse importante es una gran pena, porque la humildad da alegría y libertad, y la arrogancia termina en la tristeza, la desilusión y la desesperanza.
La realidad y la verdad son incuestionables.
Destacarse por llamar la atención es una forma de vivir y morir sin dejar huella.
Amemos la humildad. Agradezcamos los elogios. Elogiemos a quien lo merezca. Pero nunca nos cansemos de ser, repartir y considerar a la humildad y al humilde, para tener las gracias, repartir las gracias, y dar las gracias por siempre jamás.
“El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”.
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