“LA IMPERTINENCIA, LA IMPACIENCIA Y LA EDUCACIÓN”
Impertinencia es
la falta de objetividad y paciencia con respecto al comportamiento ajeno.
Los viejos nos
volvemos impaciente, y alguno impertinente. Y la manera de controlar la
impaciencia y la impertinencia es la educación.
¡Qué enorme
responsabilidad tenemos los padres en la educación de nuestros hijos! Los
efectos, las consecuencias y las vivencias de la educación son de por vida.
La educación ni
se improvisa ni se aprende fuera de casa.
La educación se
tiene o no se tiene. Salvo el que la ha recibido y no la acepta.
Ser impaciente y
no tolerante denota, de forma fehaciente, que es de una persona malcriada.
La malcriadez o
malcriado son palabras onomatopéyica.
Malcriadez y malcriado vienen de mal criado, mal educado.
Aunque hay que
perdonar al malcriado de buena voluntad y sin impertinencia, si hay que hacerle
ver el mal que hace y produce en la vida personal, familiar, empresarial y
social.
El malcriado es
un enemigo constante y permanente en la vida personal, familiar, empresarial y
social.
Tenemos que
contener la impaciencia - es lo que estoy haciendo constantemente - en especial
si salgo de mi casa, y no digamos conduciendo.
País malcriado, país
mal educado, es un país subdesarrollado,
es un país invivible y sin felicidad y menos libertad.
La educación es
el cimiento del progreso personal, social
y económico.
País sin
educación – con mayoría de malcriados – es país sin libertad y sin felicidad.
No hay
posibilidad de una convivencia normal, si no hay educación.
Un pueblo
educado no tiene la impertinencia, si tiene las necesarias vivencias, circunstancias y experiencia para poder ser
feliz y libre.
La impertinencia
y la impaciencia incontroladas son efectos y actos de un pueblo subdesarrollado
y malcriado.
¡Líbrame, Padre
Dios, de vivir en un pueblo malcriado!
Me educaron para
controlar la impertinencia y la impaciencia, y para cooperar al bien de los
demás y sin pedir nada a cambio. Y el resultado ha sido maravilloso. He
recibido y me han pagado con creces. Y vivo con ilusión, feliz y trato de ser
verdaderamente libre, aunque aún no lo
he conseguido.
He recibido más
de lo que he dado.
Los pueblos
grandes, educados y solidarios, le reconocen y les dan a sus ciudadanos el pago
con liberalidad y grandeza. Y controlan
la impertinencia y la impaciencia.
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