“DAR
DE LO QUE SE TIENE”
Hay que amar al ser humano, en sí mismo, por ser
persona de valor incalculable, irrepetible y universal. Hay que amarlo, por ser
capaz de hacer el bien, repartir el bien y compartir el bien. Hay que amarlo porque
así cooperamos, directamente, a la felicidad de la sociedad; y también porque
es un bien que merece ser gozado: el bien de dar a los demás de lo que cada uno
tiene, y lo primero el bien del amor.
Dar de lo que se tiene es la base de la felicidad.
Insistimos: la felicidad es compartir y gozar lo que se
tiene.
Dar de lo que se tiene es una virtud que de ser generalizada
haría de la felicidad el estado natural, al que no sólo aspiramos, sino que
necesitamos.
Los egoístas no reparten ningún bien, no dan amor. Pero
lamentablemente sí reparten y difunden ese mal que tienen: el egoísmo.
¡Cómo cambiaría el mundo, nuestro comportamiento y nuestra
vida de bien, si la mayoría de la humanidad diese de lo que tiene, de lo bueno
que tiene!
Dar es sinónimo de felicidad, al compartir se da
felicidad y al darla se recibe felicidad.
Dar de lo que se tiene es recibir de lo que se da.
Los problemas personales, sociales y mundiales están
basados en que no damos de lo que tenemos, sin necesidad de arruinarnos. Al dar
bienes materiales, en parte se pierden -ya no lo tenemos- y en parte se vuelven
a ganar -los tenemos en el agradecimiento del otro-. Al dar bienes espirituales
nunca los perdemos, siempre ganamos, porque siempre ayudamos.
Todos tenemos, aun los más necesitados, bienes,
posibilidades y actos que dar y hacer para ayudar. “Nadie es insolvente en el dar”. Todos, sin excepción podemos y debemos
dar de lo que tenemos.
Una sonrisa, un abrazo, una caricia, un saludo,
atender, escuchar… nos hacen necesarios para la felicidad de los demás; ¡y para
la propia felicidad!
Dar de lo que se tiene es caminar por el difícil y
exigente sendero de la santidad.
Dar de lo que se tiene es repartir felicidad.
Dar de lo que se tiene es amar.
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