“¿QUIÉN ES MI VECINO?"
Mi vecino es quien vive cerca de mi
casa, quien vive en mi pueblo, y a quien me encuentro y saludo en mi camino
diario.
Los vecinos más cercanos debemos ser
los que nos conocemos mejor. En especial, por el trato más frecuente y porque
nos saludamos con cariño.
Tengo unos grandes y maravillosos
vecinos.
El cariño es fundamental para las
relaciones de buena vecindad. Si no trato a los demás con cariño, si no me
tratan con cariño, seremos unos conocidos, pero no unos verdaderos vecinos.
El que vive entre vecinos es un
afortunado. El que vive entre conocidos, o peor aún, entre quienes ni llegan a
conocidos, es un desafortunado.
El saludo cariñoso es el inicio de
comunicación entre vecinos. La ausencia del saludo no anula la vecindad, pero
demuestra una mala educación.
Somos seres sociales por naturaleza
y también deberíamos serlo por educación. La ausencia de esos comportamientos
resta y hasta puede llegar a quitar la felicidad que da la relación de buena
vecindad, y la vivencia de la libertad personal y social.
Ser vecino es algo muy importante en
la vida de las personas, de la comunidad inmediata y del lugar que habitamos. Y
para mi es fundamental.
La buena y educada vecindad es uno
de los placeres y ventajas de esta vida. Es el medio más cercano y más
inmediato para la ayuda mutua, en todo lo que sea necesario.
Ahora bien, para vivir y gozar la
felicidad de la honesta y educada vecindad no basta con decir: Señor, Señor y
saludar. El saludo debe ir acompañado de actos de cariño, todos los días y en
todo momento.
La buena vecindad es una de las
demostraciones del Primer Mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas y a mi
vecino como a mí mismo. Si uno no es creyente puede amar al vecino como a sí
mismo.
Dichosos los que vivimos en buena
vecindad. Doy constantes gracias por lo afortunado que soy. Vivo a diario en
medio de una maravillosa vecindad en donde el cariño es notorio y expresivo. Y
siempre con una sonrisa ¿Cómo está? ¿Cómo están los suyos? ¡Le hemos echado de
menos! Etc. etc.
La vecindad se aprende desde niño,
por la educación y el ejemplo recibidos de nuestros padres, y para luego
practicarla, incluso entre nosotros mismos y nuestra familia.
La vecindad jamás se olvida. Todo lo
contrario. Con los años se fortalece, se goza más y une más. Y más se echa de
menos cuando falla.
Hagamos votos porque la buena
vecindad sea la norma en la conducta diaria de toda la humanidad, y así
disfrutar de aquello para lo que hemos nacido: ser muy felices y muy libres, lo
que se aumenta con la buena vecindad.
Es lo que deseo y espero, para ello aquí
estoy.
¡Quien es mi vecino! ¿Quién debe ser
mi vecino? Mi amigo más cercano.
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