“¿EN QUÉ PUEDO AYUDARLE?
¿EN QUÉ PUEDO AYUDARTE?
Hay dos frases imprescindibles y necesarias que debían estar
en nuestras mentes, en nuestras palabras y en nuestros corazones cada vez que
hablamos con las demás personas, y son: ¿En qué le puedo ayudar? ¿En qué te
puedo ayudar?
"¡La felicidad y la libertad nacen y crecen en y con la
ayuda que prestamos a los demás!"
"¡Vivir para sí, olvidando a los demás, es un egoísmo
que nos arrastra al mal y es fuente de graves problemas personales y sociales!"
El mal se aprovecha de los egoístas y malvados que solo
piensan en sí mismo y no tienen en cuenta a las demás personas.
"¡Los demás son los amigos-hermanos más cercanos!"
Amar a los demás ayuda a reparar nuestros pecados.
"¡La felicidad y la libertad se desarrollan y crecen
con y en el amor a los demás!"
Los egoísmos, los paternalismos condescendientes, los
individualismos exacerbados solo nos llevan al mal, sin remedio y con gran
rapidez.
"¡El amor a los demás es una bendición universal!"
"¡Ame a los demás, y vivirá y gozará de la plena
felicidad, y los demás recibirán una ayuda eficaz de su parte, que también les
causará alegría!"
El amor a los demás es la virtud que engrandece el alma,
desarrolla las virtudes, fortalece el ejercicio del bien, y desarrolla la
bondad personal y la calidad moral de nuestra sociedad.
Amar a los demás es ante todo la honestidad propia vivida y compartida,
fortaleciendo las virtudes de la convivencia, e incrementando la santidad de
cada uno y de todos.
Todos hemos nacido para la buena convivencia en esta vida y
para la santidad.
Quien no vive la santidad va por el camino del mal.
La santidad es vivir de acuerdo a las creencias y valores
morales, éticos o religiosos.
Respetar y cuidar esos valores es la gloria terrenal.
Desaprovecha su vida si no ayuda a los que le rodean.
Reducirá la felicidad y mermará la libertad suya y de todos.
Me atrevo a afirmar: "Ayude a los demás; fíjese:
incluso aunque solo sea por propio egoísmo, o farolismo, o por creerse un
mecenas, o por querer vivir de las apariencias, o por engañarse a sí mismo.
PERO AYUDE A LOS DEMÁS. AYÚDELOS". Y recibirá una recompensa aunque no sea
merecedor de ella. Rectifique su motivación, pero aún si no es buena, haga
efectivamente el bien.
El bien es y será siempre el bien.
El mal es y será siempre el mal.
La conciencia es el gran regulador de las vivencias y de las
creencias.
Oiga a su conciencia. Siempre está despierta, aunque trate
de acallarla, jamás lo conseguirá.
Los egoísmos personales son el enemigo mortal de la felicidad
y de la libertad. Lo crea o no lo crea, así es y así será. Es una lección de la
experiencia y de la Historia.
Ayudar a los demás es vivir, es vida. Para los
creyentes es estar en contacto directo con Padre Dios, que ha creado a todos, y
quiere que seamos hijos suyos y hermanos entre nosotros. Es participar de la
vida de amor de Dios. Y para los no creyentes lo mismo, aunque no lo sepan o no
lo crean, aunque se pregunten por el origen de la humanidad o de nuestra común
naturaleza intelectual y moral, y no tengan respuestas.
"¡Padre Dios lo es para todo ser viviente, crea o no
crea, sea creyente o no lo sea!"
"¡Ayude a los demás y habrá realizado un bien y recibirá
del mismo bien que ha repartido!"
Recogemos lo que sembramos. Hagámoslo como lo hagamos.
Creamos lo que creamos.
Ayude a los demás, y recibirá el bien que ha repartido, y
puede que hasta con ganancias inesperadas.
Ayude a los demás y será merecedor dela palma y el gran
regalo de la santidad.
Ayude a los demás y vivirá la gloria ya en esta tierra.
"¡PRUEBE Y VERA!”
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