“ES PEOR COMETER INJUSTICIAS QUE PADECERLAS”
¡Si hiciéramos lo que
contestaron San Pedro y San Pablo al Sanedrín de Israel por estar predicando,
que al haberles prohibido que lo hicieran dijeron: “Hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres”! Estaban convencidos de que “no hay peligro para
quienes temen a Dios sino para quienes no le temen, y de que es peor cometer
injusticia que padecerla”. Si hiciéramos lo mismo, el mundo sería lo que
debería ser: un paraíso.
Hoy y siempre se nos
exigirá fortaleza en medio de algunos ambientes de indiferencia religiosa y
social. De falta de participación en defensa de los valores humanos. Se
necesitan ciudadanos con clara conciencia del deber de ser buenos ciudadanos.
El primer deber: no aceptar normas contrarias a la
ley natural.
Los Estados no son
jurídicamente omnipotentes; no son la fuente del bien y del mal. Sí deberían
ser los promotores del bien particular y social, y ser los servidores de la
comunidad. Tenemos que ser críticos en las instituciones políticas y sociales.
Colaborando a que desaparezcan las injusticias. Seamos auténticos protectores
de los bienes fundamentales de la persona. Protegiendo al derecho a la vida, al
matrimonio y a la familia, permitiendo que los padres puedan educar a sus
hijos, la libertad de enseñanza y de expresión, la igualdad en las
oportunidades en el trabajo, la seguridad ciudadana, la libertad religiosa,
etc. etc. Apoyando todo aquello que afecta al bien común.
La pasividad de pasotas e individualistas ante estos asuntos es una realidad tremendamente preocupante, por la falta de lucha en defensa del bien común. Por los pecados de omisión. Los católicos tenemos la obligación de santificar esas realidades.
La pasividad de pasotas e individualistas ante estos asuntos es una realidad tremendamente preocupante, por la falta de lucha en defensa del bien común. Por los pecados de omisión. Los católicos tenemos la obligación de santificar esas realidades.
Hay quien quiere
construir un orden temporal sólido y fecundo sin Dios. No se trata de construir
y convertir el mundo en una sacristía, ni la familia en conventos, ni la
economía en beneficencia …Se trata de ser consecuente. De tener una estricta
moralidad, o lo que es lo mismo: buen sentido. Ante el mal nadie puede pensar
que no puede hacer nada.
Lo poco o mucho que
podamos hacer hay que hacerlo. Todos podemos y debemos vivir y actuar con
responsabilidad, tanto en la vida privada como pública. Y evitar o tratar
de evitar las injusticias, en la vida personal, social y familiar. Tanto en el
orden económico y material como en las demás acciones sujetas al orden moral.
Tratemos de hacer este
mundo sin injusticias. Depende de todos, de usted, de mí y del vecino. Tratemos
de actuar con sentido sobrenatural y sentido común, convirtiendo el mundo en un
lugar habitable, más humano, que sea un medio de santificarnos.
Todos, sin excepción,
podemos y debemos aportar nuestro grano para hacer la montaña de la felicidad y
de la libertad, eliminando las injusticias. Sólo faltamos usted, yo y el
vecino, y tendremos el mundo que merecemos. “Quien es fiel en lo poco, lo es
también en lo mucho”.
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