“SER SANTOS”
Todos podemos ser santos. No es una utopía. Aunque hay una
condición: quererlo, proponérselo.
¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si luego pierde su
alma? Con esta pregunta Jesucristo nos situó de forma
radical ante la maravilla de la vida, cuya razón última está en Él, Dios.
Los santos fueron mujeres y hombres con los mismos defectos y
virtudes que los nuestros. No hubo ni habrá diferencia.
“Quiero ser santo”. ¿Me lo repito constantemente? ¿Estoy en el
camino, aunque no sé cuando llegaré? Nunca desistiré.
Esto es lo que quisiera proponerles hoy: tratar de ser
santos, para ayudar a los demás y a uno mismo.
¿Tengo verdaderamente ganas de ser santo? ¿Me gustaría ser santo?
A algunos la idea de ser santo les resulta una quimera, no una
realidad viva.
Santos son los que se levantan siempre, no los que no pecan.
Renunciar a la santidad porque nos consideramos llenos de defectos
es una manifestación de soberbia. Es cobardía.
Dejar de querer ser santos, abandonar la lucha porque tenemos
defectos o porque existen problemas es un error. Ello nos puede llevar a la
soberbia.
Tenemos que poner los medios para alcanzar la santidad. Con sólo
los deseos no es suficiente. Tenemos que tener paciencia.
Se necesita no desistir un solo día en el combate contra los malos
hábitos. Es una guerra de largo recorrido. Ser pacientes y perseverantes.
Padre Dios cuenta con el tiempo. Él espera siempre.
Todos los santos se han considerado grandes pecadores. Pero han puesto
los medios necesarios para alcanzar la santidad.
Hagamos el propósito de tratar de mejorar. El futuro se acercará y
la santidad llegará.
Querer es poder.
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