“LA LIBERTAD INTERIOR”
La libertad interior se conquista con una vida
coherente, actuando con rectitud o pureza de intención. Emplear como norma de
conducta hacer lo que hay que hacer, aunque no sea fácil, aunque lo más cómodo
sea no hacerlo. Nunca aprovechándose del cariño de los demás o de su buena voluntad.
Quienes disfrutan de la libertad interior no
buscan la gloria personal ni el aplauso. Viven con honestidad.
El católico lo tiene claro: conviene agradar a
Dios en todo momento; conviene buscar siempre la verdad.
Si queremos alcanzar la libertad interior
debemos preguntarnos con frecuencia: ¿hago en este momento lo que debo? ¿hago
las cosas buscando el alago?
San Pablo aconsejaba: “hacedlo todo para
gloria de Dios”. Una buena jaculatoria para repetir con frecuencia:
“Señor, para mi nada quiero”.
Si ésta no es la intención que nos mueve, ya
habremos recibido el pago. Un pago efímero, poco satisfactorio, como todas las
cosas de este mundo.
Para alcanzar la libertad interior hay que
examinar y, en su caso, rectificar, los motivos que mueven nuestras
acciones.
Los falsos respetos humanos no suelen ser buenos
consejeros. Muchas veces nos ponen en bandeja excusas, aparentemente
razonables, para dejar de hacer aquello que debemos hacer.
Estar atentos para no descuidarnos y no buscar
la recompensa del momento. Sería una lástima que no hiciéramos el bien por
cobardía o por vanidad.
Somos auténticamente libres, tanto interna como
externamente, cuando hacemos las cosas solamente por Padre Dios. De esta
manera no somos esclavos del “qué dirán”, ni de la gratitud (o ingratitud)
humana.
La rectitud de intención es el fundamento de
todos los actos. Marca el camino hacia la libertad interior.
Somos libres cuando ejercemos la libertad,
interior y exterior, con rectitud de intención: buscando agradar y servir a
Dios y a los demás.
La palma de la paz, en reconocimiento de las
buenas obras, solo se consigue cuando nuestro fin es aumentar la felicidad de
los demás, y sin pedir nada a cambio.
Ese trofeo se recibe en el más allá.
En este mundo hay, sin embargo, un adelanto nada
despreciable: la libertad plena.
"Somos libres cuando ejercemos la libertad, interior y exterior, con rectitud de intención: buscando agradar y servir a Dios y a los demás".
ResponderEliminarSomos libres si la libertad la usamos para decidir por nosotros mismos.
La libertad se puede ejercer sin rectitud, lo cual trae consecuencias, pero así es la libertad.
Así podremos elegir servir a dios, o no.
Saludos.
Lo echaba de menos. Me alegra doblemente su aportación, siempre enriquecedora. La libertad nos permite hacer el bien o el mal. Y no por ello, como bien dice usted, es culpa de la libertad si hacemos una cosa u otra. La libertad ¿qué bien más maravilloso y lo estamos desperdiciando?
EliminarMi amigo considerado y admirado don Luis Ángel ¿Qué nos aconseja para tenerla? Sigo luchando para dejar de ser esclavo y aún no lo he conseguido, moriré en el intento, pero hasta entonces ahí estaremos, usted y tantos honestos, en donde ruego me incluyan.
Estoy bueno yo para aconsejar... Yo, por desgracia, libertad tengo muy poquita, como la gente de mi clase.
EliminarLa libertad es tener la posibilidad de ser honrado y nos lo ponen muy difícil.
Usted que es un hombre positivo y muy activo ¿por qué dice: nos lo pone muy difícil?
EliminarLe rogaría también me dijera ¿en qué diferencia su clase de los demás? ¿Y cómo la definiría? Un fuerte abrazo.
Le digo que nos lo ponen muy difícil (la posibilidad de ser honrados) porque cada día es más complicado sobrevivir en esta jungla. El dinero manda y unos cuantos sinvergüenzas lo acaparan.
ResponderEliminarMi clase es la de los que se han de levantar cada mañana obligados a vender su tiempo, sus conocimientos y a veces hasta su propio cuerpo, para el bienestar de los que se creen con el derecho de aprovecharse de todo eso.
Todo por una parte cada vez más pequeña del pastel, todo por un reconocimiento cada vez más miserable.
Durante la jornada, me veo obligado a callar, a agachar la cabeza, a soportar abusos y hasta insultos, me tengo que tragar mi rabia y almacenarla en no sé que oscuro lugar, para que a mi casa lleguen unos pocos garbanzos con los que criar a una familia, que también parece destinada a servir a quien tenga más montón de papel moneda que yo.
Algunos parecen ignorarlo, pero estos sentimientos son el germen de las revoluciones y los baños de sangre. Sólo se necesita la chispa de unos cuantos, ya sin nada que perder, sólo el miedo.
¿ Me permiten que tercie ?
ResponderEliminarMe emociona hasta el fonde el encuentro, dialogo entre ustedes.
Me suenan, me resuenan muy cerca, muy adentro...
Me permiten que me sienta entre ustedes, les escuche, y sin puedo..., me deje hablar...
yo también, ¿ y quien no ? ando y camino, desde (si quien y quienes me mantienen en este mundo ll siguen haciendo dos dìas más.. ) hace 82 años, entre dos voces:
Una que brota de dentro, desde lo más hondo, a veces clara y luminosa como el Sol ardiente; a veces lejana, lejana.
Otra, otras que llegan de afuera, a veces sonrientes, armónicas;
a veces amenazantes, repugnantes, aplastantes...
Y ese encuentro o tropiezo se consuma en las deciciones de cada día, de cada instante, de cada latido del corazón.
Amigos, compañeros de brega y boga, gracias por vuestro diálogo, tan cercano