Víspera de San Pedro y San Pablo, en la que quemamos las tradicionales hogueras, - de tan ancestral significado -, a las que quiero unir: quemar las amarguras del pasado.
“CASUALIDAD”
No creo en la predestinación.
El diccionario define al predestinado cómo: "destinado por Dios desde la eternidad para lograr la gloria". La Academia añade un curioso sentido figurado: "cornudo".
Hace poco tiempo viví un hecho personal de triste y amargo recuerdo. Casi al mismo tiempo mi mercedes utilitario llegó a los 175.000 kilómetros recorridos, cantidad que, aparte de ser un número llamativo, suma trece, número de mi predilección.
¿Alguien cree en los números, dándoles un significado especial? Yo no. Tampoco creo y quiero las consecuencias de lo figurado.
Puede que exista un estudio, o algo parecido, que nos ayudara a esclarecer lo que suele llamar "casualidad". Digo "casualidad", no “causalidad” (relación entre la causa y el efecto).
Soy un ser apasionado. Mi cariño nunca es a medias, siempre es total y sin reservas.
Quiero al ser humano apasionadamente, y no hay qué, ni quién aleje ese cariño de lo más hondo de mi corazón.
Claro, siempre me arriesgo a perder. He perdido. Y seguiré perdiendo. Pero no quiero cambiar, ni por los números, ni por causa de ningún ser humano.
Amar es la cumbre del espíritu. Y si lo es sin pedir nada a cambio, conduce al espíritu al nirvana terrenal.
Quiero seguir amando apasionadamente.
Nunca debemos olvidar el cariño, el amor y la pasión.
Dejemos que la belleza del amor profundo siga inundando el alma. Y que los huecos, los vacíos que se hayan podido crear por el abandono de otros, sean reemplazados por todos esos otros seres que estaban esperando. El refrán manifiesta una gran verdad: “no ha mal que por bien no venga”.
Jamás perdamos la esperanza, las ilusiones y menos el amor apasionado. Son parte importante de la felicidad y de la libertad, que, además, tenemos que dar a quien quiere de verdad, y nos estaba esperando.
Amor con amor se paga. Y amor con amor se vive hasta la eternidad.