“¿POR QUÉ NO SOMOS SIEMPRE IGUALES?"
¡Qué triste cuando un ser querido no es
cómo creíamos que era!
Lo malo no es que no era cómo se creía,
sino el haber estado equivocado.
Me explico: si mi comportamiento no
responde a lo esperado, debería ser por una causa lógica y, si me apuran, hasta
necesaria; lo malo es cuando no soy igual porque no soy honesto, o porque no
soy sincero.
Entonces la realidad se sobrepone a la
tristeza, convirtiéndola en amargura. Depende del cariño y unión que existía.
Todos cambiamos, normalmente para
mejorar. Es lo lógico y natural.
Todos debemos luchar por tratar de ser,
cada día, mejores. Cuesta, pero debe ser la meta y la norma.
La meta final debería ser querer ser
santos.
Santo no es el que no cae. No. Santo es
el que siempre se levanta, y trata de ser mejor.
Ser distinto a lo que nos creían no es
malo, es una realidad.
Malo es serlo para lo malo. Bueno es
serlo para lo bueno.
Debemos disculpar y ser disculpados
continuamente. Y siempre por amor.
Puede que nos apartemos del camino
correcto. La santidad consiste en volver al camino debido, pidiendo perdón.
Anatema al malo que quiere seguir
siéndolo.
Querer es creer. Creer en el ser
querido, en el amigo y en el conocido. También en el no conocido.
Siempre la presunción de inocencia,
hasta que no se demuestra lo contrario.
Y cuando se demuestra lo contrario...,
rezar, rezar para que el interesado o la interesada cambien.
Tratemos de ser lo que siempre hemos
sido, luchando por mejorar cada día.
Cuando fallemos, pidamos perdón a Dios
y a los hombres. Y volvamos a ser lo que éramos.
Nunca caer y quedarse en el hoyo. No,
nunca. Hay que estar dispuestos a salir y a mejorar siempre.
Pedir perdón y esperar el perdón. Si no
nos lo dan, peligro, el mal es mayor del esperado. Entonces rezar aún más.
Lo normal es perdonar.
Quien perdona reconforta el alma de
quien le ha ofendido y reconforta su alma. Ambos se llenan de alegría, la
reparten y ambos renacen.
Bendito sea quien volvió a ser como
creíamos que era, porque lo era. Ambos nos llenaremos de alegría, de paz y de
ilusión. Volveremos a tener la unión que nunca debió debilitarse o desaparecer.
Y el amor crecerá como corresponde a los seres humanos buenos que se quieren y
se admiran.
Volvamos a ser lo que éramos: santos, y
la paz brillará dándonos la felicidad que nos corresponde, la que habremos
repartido y ganado.
Seamos siempre iguales, porque tratamos
de ser santos, esto es: personas que siempre se levantan.