“CONDUCIR CONTAMINA”
Conducir contamina.
He tardado 85 años en
darme cuenta de que conducir contamina. Ha sido gracias a un amigo y compañero
del Grupo de Opinión Tamarán, que me lo hizo ver.
He pregonando, hasta la
saciedad, no contaminar. ¡Y yo lo hacía!
No me daba cuenta, pero
lo hacía. Esta es la razón de este artículo.
Si usted, y la mayoría
de la humanidad, dejase de conducir, al darse cuenta de que contaminan, dañan
su salud, gastan dinero, tienen disgustos… situaríamos a la humanidad en el
grado mayor de responsabilidad, sensibilidad y solidaridad hasta ahora
inexistente.
No es fácil, porque hay
que aceptarlo. Se acepta cuando uno se da cuenta.
“¡En dejando de actuar,
y comenzando a mejorar!”
El poder de mis piernas
está cambiando a una velocidad vertiginosa.
La Iglesia me quedaba
lejos, cada día está más cerca.
Ya conozco a muchos
taxistas, que son los ciudadanos que más saben de la vida actual. Estoy
aprendiendo mucho con mis charlas con ellos. ¡Qué receptivos son!
¿Qué estoy consiguiendo
no conduciendo? Ser consecuente. Solo esto llena el alma, llena el corazón y
produce una satisfacción enorme.
Sólo se necesita darse
cuenta y decidirse a no contaminar. Es fácil, aunque tiene el inconveniente de
todo acto que va en contra de la comodidad.
¡Qué mejor que no
contaminar, vivir de forma natural! ¡Se desarrolla el cuerpo y la voluntad!
Sólo se necesita la
decisión y la voluntad de ser consecuente. Lo demás viene por añadidura: sentir
la satisfacción del deber cumplido, la autoridad de la responsabilidad, y el
honor y alegría de hacer algo bueno por los demás.
“Conducir contamina”.
No conducir no
contamina. Ilumina el alma, fortalece la voluntad, mejora la salud, y ayuda a
los demás.
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