“LO QUE ME HAN DICHO AL DEJAR DE CONDUCIR PARA NO
CONTAMINAR”
Desde que el día 18 de
junio de 2015, a las 18:20 horas, tomé la decisión de no conducir nunca más
para no contaminar, he recibido una gran cantidad de comentarios, opiniones,
apreciaciones y hasta insultos velados. Destaco solo los más repetidos:
“Que he dado un paso
hacia atrás”.
“Que uso transporte
públicos que contaminan”.
“Que no lo entiendo”.
“Mira Luis, si los demás
contamina ¿por qué tú no?”
“Pero Luis, ¿qué es lo
que te vas a ahorrar?”
“¡Qué idiota!”
"¡Qué
extremista!"
Podría continuar, pero
creo que estos ejemplos son suficientes para hacerse una idea del rechazo a
dejar de hacer cosas sencillas y al alcance de la mano que contaminan, cuestan
dinero, y dan disgustos… Aunque, evidentemente, son incómodas. ¡Cuesta trabajo!
¡El poder de las
influencias es tan grande y poderoso, que el mal comportamiento se ha
convertido en una necesidad!
¿Se imaginan su pueblo,
su ciudad, sin coches particulares? Serían lo que eran: un paraíso. Además del
ahorro de dinero, las personas se conocerán en los transportes públicos,
tendrían menos accidentes, se ahorrarían disgustos, no tendrían que aguantar a
los malcriados, no tendrían que buscar aparcamiento y no tendrían que pagarlo…
Y, por si todo eso fuera poco, ¡no
contaminarían!
¿Para qué seguir si
todos sabemos, de sobra, lo que hacemos, lo que nos cuesta y lo que nos
ahorraríamos en disgustos, en dinero y en salud?
A todos esos beneficios
individuales y comunitarios habría que añadir el bien resultante de la
protección de nuestro hábitat natural.
Gloria, honor, respeto y
agradecimiento a todas aquellas personas que hacen todo lo que pueden y deben
por no contaminar.
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