“CREER
EN LOS DEMÁS”
Debemos creer en los demás por fe y por
educación, pero también por amor, por lealtad y por fidelidad.
Creer en los demás debería ser la forma de vivir
y de actuar con los demás.
Se vive y se cree en los demás cuando el amor a
los demás fortalece la honestidad, la fidelidad y la libertad.
Vivir sin lealtad, sin honestidad, y sin
libertad es mal vivir, es decir, caminar hacia el mal, salvo que se luche y se
consiga cambiar el rumbo y el comportamiento, y se trate de mantener el bien y
alejar el mal porque creemos y queremos ayudar a los demás.
Hay valores que se heredan (y se transmiten) y
que deben crecer a lo largo de la vida. Esos valores nos impulsan a ser
honestos y fieles a los demás.
Creer en los demás debería ser lo normal, lo
habitual, lo natural.
Quien no cree en los demás debe de estar sumido,
consumido y arrastrado por el mal.
Quien no cree en los demás es un descreído, una
persona desconfiada y probablemente inclinada hacia al mal.
Es muy difícil que con honestidad, lealtad, y
fidelidad no se crea en los demás.
Creer en los demás nos debe mover a hacer el
bien si mirar a quien.
Hacer el bien sin mirar a quien es lo que
hicieron los santos, a quienes debemos imitar, para aprender y fortalecer
nuestro camino hacia santidad.
Creer a priori en los demás debe ser por fe y
por creer en la honestidad de los demás.
Creer en los demás nos lleva al bien, y a
compartir la alegría y el bien de y con los demás.
Quien no es fiel, leal y honesto es difícil que
crea en los demás.
Creer en los demás exige amor, fidelidad y
honestidad.
Creer en los demás nos pone en el camino de la
santidad.
Creer en los demás es cimiento de la felicidad
de ellos y nuestra.
Creer en los demás es parte fundamental del amor
y de la lealtad.
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