“¡LA MUERTE DE LA CONCIENCIA! ¡FORTALECER LA CONCIENCIA!”
La muerte de la conciencia es un mal, cuyas
desviaciones son una gran amenaza para el hombre y su existencia.
La muerte de la conciencia es un mal para la
sociedad, porque de ella depende el nivel de moralidad y felicidad de las
comunidades de hombres y mujeres.
Conviene fortalecer la conciencia. Es la luz del
alma y, si se apaga, nos quedamos a oscuras, mejor dispuestos a cometer
atropellos y maldades contra nosotros mismos y contra los demás, y contra la
sociedad.
Tenemos que tener clara conciencia de lo que en
nuestra vida significa hacer del bien y evitar el mal. Que es tener conciencia.
Todos tenemos la obligación de formarnos una
conciencia recta, delicada, decidida y participativa. Una conciencia buena y
honesta.
Formar la conciencia, con la ciencia moral, y
esforzarnos por vivir las virtudes humanas son dos aspectos esenciales de la
formación y del comportamiento.
“¡Tratemos de tomar siempre las decisiones con
honestidad y responsabilidad!”
Tenemos que aprender a ser sinceros con los demás
y con nosotros mismos, aceptando nuestros errores, flaquezas y faltas de
generosidad, si es que no ayudamos cuando podemos y debemos hacerlo. Es la
única forma de crecer y mejorar.
“¡Nuestra conciencia puede llegar a desfallecer
si no queremos reconocer nuestras faltas, dejando nuestro comportamiento en
manos del mal, con todas sus consecuencias!”
Tenemos que tener el máximo interés en formarnos
debidamente para que nuestra conciencia sepa distinguir el bien del mal.
Mantener viva nuestra conciencia: que jamás muera, que nunca la matemos.
El amor al aplauso, la vanidad, el egoísmo, el
desamor, la falta de humildad… son males que oscurecen la conciencia y pueden
llegar a deformarla. De ahí a la muerte de la conciencia hay solo un paso.
“¡Es responsabilidad principal de nuestra
conciencia dar fe con honesta participación, ser luz y claridad que ilumine el
camino propio y el de los demás, para ayudar!”
¡La muerte de la conciencia! ¿Cómo evitarla?
¿Qué hay que hacer? Participar con honestidad, que es un componente de la felicidad
y de la libertad.
“¡¡¡Participando
honestamente conoceremos el camino correcto para andarlo y así poder enseñarlo
para ayudar!!!”
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