Al amigo don Luis
Ángel Díez Lazo, -que me ha inspirado por su valentía en la exposición de los
temas y defenderlos – con todo el cariño y admiración.
“HONOR AL VALIENTE Y DESHONOR AL
COBARDE”
Una de las grandes dotes humanas es la valentía, y una de sus
mayores taras es la cobardía.
El valiente afronta los problemas con la hombría de bien de los
grandes hombres. Su vida está llena de valores le hacen actuar de esa manera,
en especial amando al prójimo y tratando de hacer el bien a los demás.
El cobarde, por desgracia, rebaja el valor inconmensurable de su
prójimo, lo sitúa en el nivel más bajo y vil de que es capaz y desea
perjudicarle. En definitiva, se amarga a sí mismo, en especial por falta de
valores.
El valiente mira de frente.
El cobarde baja la cabeza, generalmente como consecuencia de su
mala o ninguna educación.
La envidia, como la cobardía, es un cáncer psicológico, que recome
a quien la padece por dentro. Les amarga la existencia. Las personas envidiosas
y cobardes dan pena.
Suelen ser seres resentidos, que usan el anonimato cada vez que
pueden.
Tienen que sufrir mucho.
El valiente se siente seguro y transmite seguridad, ayuda al
vecino, da ejemplo a la comunidad.
Su valentía le da una enorme nobleza.
No hay valentía sin nobleza.
No hay nobleza sin valentía.
Un cobarde puede ser todo, menos noble.
El comportamiento del valiente y del cobarde puede tener un
componente familiar y de educación. A veces parece hereditario.
Hay familias valientes y familias cobardes. Todo, lo bueno y lo
malo, se contagia y se transmite.
¿Cuánta responsabilidad tenemos los padres con la educación que
damos a nuestros hijos?
No creo que la cobardía ni la valentía se improvisen.
¡Dichoso aquel que aumenta sus virtudes! ¡Feliz aquel que trata de
corregir sus defectos!
Recemos y ofrezcamos sacrificios en agradecimiento por los
valientes, y para que los cobardes dejen de serlo, y se unan con aquellos que
aportan el bien personal, familiar y social.
Alegrarse con aquellos que llenan el alma de alegría y bien, y
rezar por los cobardes que la llena de odio y de amargura, siendo los primeros
en sufrir la tristeza y amargura consecuencia de su comportamiento.
Recemos, y mucho, para que unos aumenten sus valores y otros
disminuyan sus errores. Y así se beneficien ellos y la comunidad.
Admiro y rezo por el valiente. Me apeno por los cobardes, pero
también rezo por ellos.
Con cobardía no hay felicidad. Tampoco libertad. La libertad la
hacen crecer los valientes con su trabajo, con sus valores y con su buena voluntad.
Honor al valiente y deshonor al cobarde. Pero
sin olvidar nunca que ambos son seres humanos.
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