“LO SUPERFLUO”
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Lo
superfluo es todo aquello que no es necesario, que está de sobra.
Abandonar
lo superfluo es renunciar a la excesiva comodidad, al desprendimiento de las
cosas, y en lo divino tener una disponibilidad completa a lo que nos pide Padre
Dios. Es no estar atado a las cosas, ni a los sentidos. Utilizar los bienes
como medios y no como un fin. Evitar el deseo de tener por tener, de aparentar
más, de presumir por creernos que somos más…
Hemos de
buscar que los medios materiales sean bienes, usados con fines superiores, como
puede ser: atender a la familia, tener y educar a los hijos, adquirir más
cultura, ayudar al necesitado… Por supuesto, también para la justa y necesaria
distracción y el adorno, como el de nuestras casas. Y no dejar que las cosas se
conviertan en necesidad sin serlo. Esta tentación la sufre tanto el rico como
el pobre.
La
pobreza evangélica, la hecha a base de desprendimientos, de sobriedad, de
compartir con los demás, de confianza en Padre Dios, son hechos que
contrarrestan si ha habido algo superfluo. San Pablo nos recuerda su lucha y
aprendizaje con las siguientes palabras: “he aprendido a vivir en pobreza; he
aprendido en abundancia; estoy acostumbrado a todo y en todo; a la hartura y a
la escasez; a la riqueza y a la pobreza. Todo lo puedo en Aquel que me
conforta”.
Tener y
utilizar los bienes, pero libre de ataduras. Incluso no estar inquieto por lo
necesario. No dejarse llevar por el aburguesamiento. Pobres, por el amor a
Padre Dios, en la abundancia como en la escasez. Hechos concretos como cuidar
la ropa, los objetos de trabajo, etc. Cuidar para que duren, requieren
mortificación. Y esta actitud ahuyenta lo superfluo. Nos ayudará a no ser
superfluos preguntarnos ¿Esto realmente lo necesito?
San
Agustín decía: “Lo superfluo de los ricos, es lo necesario de los pobres".
Y añadía: "Se poseen cosas ajenas cuando se poseen cosas superfluas”. Nos
ayudará no considerar las cosas como propias. Al no crearnos necesidades, nos
estamos privando de lo superfluo.
En
resumen: no tener ni desear cosas superfluas o innecesarias es aprender a no
crearnos necesidades ficticias, que con facilidad podemos prescindir de ellas.
Todo lo superfluo es gravoso e innecesario, y encima termina molestando.
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