“NO SOMOS DUEÑOS DE LOS BIENES, SINO ADMINISTRADORES”
El lujo a todos los niveles, -
entendido como abuso de los bienes -, hace olvidar a Padre Dios y a todo
lo demás, incluido al ser humano.
Todos los bienes, incluso el empleo,
deben servir para hacer el bien al prójimo, ganarse el sustento y vida eterna.
No somos dueños de los bienes, solo
somos administradores.
No basta con no oprimir con los bienes.
El pecado mayor es no tener en cuenta a los demás en sus necesidades. El no
considerar su dignidad en cuanta que son personas.
Ese pecado se llama egoísmo, y es
consecuencia de la no utilización de los bienes en el bien de los demás, sino
en el propio, con exclusión de vecino.
Se peca cuando se conocen las
necesidades y se no ayuda, o no se comparte.
Al hablar de la parábola del rico
Epulón y del pobre Lázaro, san Agustín dice: “La pobreza no condujo a Lázaro al
Cielo, sino su humildad; y las riquezas no impidieron al rico entrar en el
eterno descanso, sino su egoísmo y su infidelidad”.
Por favor: ¡Mucho ojo! ¡Nunca tratar a
las personas como cosas! Algunos lo hacen, y consideran que las personas no
tienen valor. Son objetos sin valor.
No olvidemos nunca que también son
bienes: el afecto, la compresión, la amistad, la vecindad, la cordialidad, la
educación, cualquier palabra de aliento.
Ahora tenemos el tiempo de
merecer. “Es mejor dar que recibir”.
La avaricia suele ser la raíz de muchos
males.
Todos, creyentes o no, estamos llamados
a ser levadura que transformen las realidades de este mundo, en hechos de
santidad. Para ello nos ayudará el desprendimiento.
Los creyentes sabemos que la salvación
no está en los medios materiales - por muy importantes que sean -, sino en
ordenar la vida siguiendo los deseos de Padre Dios.
La generosidad, nos ayudará a
desprendernos de todas esas gabelas que acarrean la desordenada tenencia de
dinero y de poder, y disminuirá nuestro egoísmo, el apego a los bienes
materiales, permitiéndonos ser solidarios con los necesitados, lo sean de
bienes materiales como espirituales.
San Pablo aconsejaba a los primeros
cristianos: No os acomodéis a este mundo…
Con el corazón en los bienes materiales
es muy difícil ver las necesidades de los demás, y más difícil socorrerlas.
Nadie debe abstraerse ante la ola de
materialismo deshonesto, y menos dejarnos atrapar por el sentido rentable de la
vida.
No somos dueños, sólo administradores.
Se sea rico o pobre: ¿Usted que hace con sus bienes?
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