“LA GUERRA Y LAS GUERRAS”
¿Quién tiene autoridad
para matar?
Las guerras se acabarían
cuando la vida del enemigo dependa de la mía y la mía de la del enemigo.
No habrá guerras si mi
vida responde de la vida de mi enemigo y viceversa.
La guerra estalla cuando
se llega a un punto sin retorno: o mi vida, o la de mi enemigo. Una situación
aberrante y antinatural. Más aún cuando los que mueren, mueren por orden de los
que nunca mueren.
Los poderes perversos
crean, organizan, dirigen, desarrollan y cancelan las guerras, con el único
objetivo de alcanzar poder y dinero.
El soldado es carne de
cañón, en sentido real. Los que dirigen no arriesgan sus vidas porque, dicen,
tienen que dirigir ¿Dirigir qué? ¿La muerte?
La autoridad y el poder
vienen del pueblo honesto y participativo, nunca de la fuerza de las armas o
del número de soldados.
La autoridad se recibe,
se tiene, se reparte y comparte cuando procede del pueblo y sirve al pueblo
honestamente.
No hay autoridad ni
poder sin la honesta participación: la participación del que la delega y la
participación del que la recibe.
Las guerras se acabarán
cuando todo esté, honestamente, al servicio del ser humano.
Las guerras comienzan
cuando el ciudadano es servidor y esclavo del que manda sin autoridad, esto es:
el poder perverso, sea económico, civil, político, o sea religioso
No existen guerras
santas. La misma expresión guerra santa implica una contradicción.
Las mal llamadas guerras
santas son guerras sangrientas, sanguinarias, de odio encarnecido, y de total
vileza en el trato y consideración. Son el mal por el mal, pero nada de santas.
La auténtica y necesaria
guerra santa es la que tengo que guerrear a diario con mis debilidades, y así
caminar hacia la santidad. Esa es la verdadera y única guerra santa: la
búsqueda constante y permanente de mi santidad.
“La guerra es la maldad
reconcentrada, con el fin de tener poder y dinero, dirigida por y para el poder
perverso, y siendo por mi consentida”.
¿Usted qué opina?
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