“SER CONSCIENTE DE MI REALIDAD”
¡Si yo fuera consciente
de mi realidad, mi calidad de vida mejoraría!
¿Cuántos hechos no
pasarían, o no tendrían consecuencias negativas, si mi comportamiento se
adecuara a mis circunstancias? Si soy consciente de lo que me rodea, del lugar
en el que me encuentro, actuaré en consecuencia.
En este momento escribo
sentado en un sillón, y me encuentro muy cómodo. Si estuviese sentado en el
borde de un precipicio y me cayese, no sería una casualidad.
Lo que nos sucede tiene
su origen en nuestras acciones, o en nuestras omisiones. La casualidad tiene,
ciertamente, un margen. Pero es estrecho.
Mi poder aumenta en la
medida en que conozco mis circunstancias.
Si conduzco
temerariamente y tengo un accidente, no puedo sorprenderme ni extrañarme. Si
conduzco con precaución y tengo un accidente, la causa será ajena a mi
voluntad: un despiste, o la temeridad de un tercero. Esto es lo normal.
¿O estoy equivocado? Si lo estoy, rectifico.
La educación en valores
suele ser el gran cimiento de unas circunstancias normales. Es, además, la
razón del comportamiento generoso y educado.
Ser consciente de la
realidad es una obligación intransferible. Es una condición necesaria para
actuar con libertad y responsabilidad: no echar la culpa a la casualidad, a la
mala suerte, a las simpatías o antipatías de los demás.
“Ser consciente de mi
realidad, es ser honesto, educado y amante de la verdad”.
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