“¡EL DÍA QUE
NACÍ!”
El día que nací fue el
comienzo de mi vida: un don de valor incalculable que debo a mis padres, en
especial a mi madre por no haber abortado.
Nací, crecí y sigo
creciendo en saber, solidaridad, humildad y bondad.
¿Qué es lo que me falta?
Llegar a la muerte.
Pero, antes de la
muerte, ¿qué me falta? Vivir plenamente la honestidad, no fallar al amor a los
demás y no fallar al amor, profundo y esperanzado, a Padre Dios.
¿Qué puedo hacer
entonces, con la edad que voy teniendo? Tratar de ser consecuente, en especial
ayudando.
¿Por qué ayudar? Porque
la felicidad está en compartir, el amor en compartir y la libertad en
compartir. Sin compartir no hay amor, ni ayuda, ni felicidad, ni tampoco
libertad.
El día que nací comenzó
mi vida, en la que mis padres y mi familia me dieron los valores por los que
estoy dispuesto a dar mi vida.
¿Cuáles son esos
valores? Amar a Padre Dios sobre todas las cosas y al prójimo, a usted, como a
mí mismo.
¿Qué han significado
esos valores en mi vida? Todo, sin ellos hubiera sido otra persona.
Tener valores y tratar
de ser consecuentes con ellos es la meta y la labor a realizar a lo largo de la
vida para merecer ser un humano honesto, feliz y libre.
Sin esos valores no hay
posibilidad de amar, de ser libre y feliz.
La felicidad, como la
libertad y el amor, necesitan compartirse, y única forma de conseguirlo es
ayudar.
El día que nací comenzó
mi andadura, que mis padres fundamentaron, dándome un sentido y una ruta que
han marcado mi vida.
El día que nací me ha
servido para aprender y comprender.
El día que nací me hizo
vivir para sentir y repartir el amor.
El día que nací comencé
a caminar el camino de mi vida.
El día que nací comenzó
la dicha de la vida.
El día que nací fue el comienzo de mi vida.
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