“¡A
LOS QUE TRABAJAN SIRVIENDO A LOS DEMÁS!” “¡A LAS, A LOS TRAIDORES!”
Quiero hacer llegar mi
eterno agradecimiento a todos los que trabajan sirviendo a los demás. No me
cansaré de reconocer su entrega, su trabajo y su solidaridad.
El reconocimiento no
basta. Es necesario darles la atención y los medios necesarios para que puedan
resistir la tensión emocional que les arrastra sin cesar.
Los héroes del momento
son reconocidos por el pueblo, pero ¿están bien pagados? ¿reciben la paga que
corresponde al servicio fundamental que realizan? Porque ellos dan todo lo que
tienen.
Exigir es muy fácil.
Es un buen pretexto para justificar y para tratar de tapar la falta de
honestidad, o de los conocimientos necesarios, así como para mantenerse en el
puesto, libre de la responsabilidad que no se es capaz de asumir o de realizar.
Algunos y algunas han
convertido la política en un “modus vivendi” y la han prostituido, por lo que
son merecedores del desprecio y el vacío.
La política es el arte
de servir a los demás. El verdadero político es el servidor del pueblo. Y lo
digo por experiencia.
Hay quien usa la
política para lucro y beneficio económico personal. O para tratar de imponer su
voluntad.
Anatema a los malos
servidores de la comunidad, que se llaman políticos, y en realidad son unos
arribistas que, con su mala administración de los bienes, casi sagrados, de la
comunidad, se aprovechan para vivir a su costa, aupar a familiares y amiguetes,
para vivir del bote de la comunidad local y nacional.
Esos mal llamados
políticos son la gran tara de la sociedad. Especialmente en momentos como el
presente, en el que la gravedad es máxima: hoy, en medio del huracán de la
pandemia, los seres humanos mueren por la falta de conocimientos y de
honestidad de los mal llamados políticos, incapaces de recurrir a los que saben
para informarse.
Hay quien se siente el
no va más, y ciertamente lo es: el no va más de la maldad.
Hay quien tiene la
meta de destruir, y desde la política, y con cargos de responsabilidad, causa
daños graves, que además afectan a numerosas personas, que no tienen recursos
para librarse de caer bajo las garras del mal.
Mi eterno
reconocimiento a los que trabajan sirviendo a los demás: gracias su dedicación,
por su valor y por su amor desinteresado
Están realizando una
labor impagable, y encima están mal pagados. ¡Qué responsabilidad para los que
deciden la cuantía de las pagas de los que sirven a la comunidad!
No hay que esperar a
que la historia juzgue a esas y esos traidores de la comunidad. Tenemos que
desenmascararlos y arrinconarlos en el olvido, y en el desprecio, para que
queden marcados por toda la eternidad.
Y dar gracias, de la
forma más efusiva y expresivas, a quienes no solo están trabajando, sino que
además entregan sus vidas por ayudar a los demás.
No podemos olvidar
jamás a esas y esos maravillosos seres humanos, que tienen nombres y apellidos.
Y debemos exigir que, al menos, tengan unos ingresos que les permitan vivir
como se merecen.
Gracias por algo
invalorable: por el amor y la dedicación a los demás.
Y a las y los
traidores hay arrinconarlos, y que su condena sea para toda la eternidad.
Apartarlos de la sociedad como indignos ciudadanos, y que queden marcados como
ejemplo de indignidad, de aprovechados, de arribistas, y de enemigos de la
sociedad.
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