“LA NOBLEZA Y LA VALENTÍA”
No hay nobleza sin valentía. No hay
valentía sin nobleza.
Un cobarde puede ser todo menos
noble.
El comportamiento del valiente puede
tener un componente familiar y educativo. También el del cobarde. A veces, la
cobardía y la valentía parecen hereditarias. El innoble y el valiente educan a
sus hijos como lo que son.
Los hijos aprenden lo que ven hacer
a sus padres.
Todos sabemos que hay familias
valientes y familias cobardes. Lo bueno y lo malo se contagia. Se transmite e
incluso se hereda.
¿Cuánta responsabilidad tenemos los
padres con la educación que damos a nuestros hijos?
No creo que la cobardía ni la
valentía se improvisen.
¡Dichoso aquel que aumenta sus
virtudes! ¡Feliz aquel que trata de corregir sus defectos! Alegrémonos con
aquellas/os que llenan el alma de alegría y bien. Recemos por los cobardes que
llenan el alma de odio y la ahelean, siendo los primeros en sufrir la triste y
amarga consecuencia de su comportamiento.
Recemos, y mucho, para que unos
aumenten sus valores y otros disminuyan sus errores. Y así se beneficien ellos
y la familia y la comunidad.
Con cobardía no hay felicidad.
Tampoco libertad.
La libertad la hacen crecer los
valientes con su comportamiento, con su buena voluntad y con sus valores. Y los
cobardes la disminuyen.
Creo que hay un método efectivo, -
que debemos poner en práctica -, y es este: que sepan que sabemos que
son unos cobardes, perversos, corruptos o sinvergüenzas.
Que lo sepan. Que noten que la
sociedad honesta y valiente los rechaza.
“Honor al valiente y deshonor al
cobarde. Pero sin olvidar nunca que ambos son seres humanos”.
El corrupto, - tan en boga-,
pertenece al grupo de los sinvergüenzas e innobles.
Debemos tratar que los innobles se
sientan avergonzados, - aunque suele ser difícil -, porque una de las
características de los sinvergüenzas es ser caraduras. Pero hay que tratar de
que sepan el concepto que tenemos de ellos, y que pueden cambiar hacia la
nobleza y la valentía.
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