"USTED NO TIENE NECESIDAD DE HACER LO QUE HACE"
Esta frase la
he oído varias veces, al referirse a que no debería o no tenía necesidad de hacer
lo que hago por razón de mi edad y posición económica o social. Debería estar
descansado, no haciendo nada o simplemente contemplando.
El ser humano
ha nacido para estar activo. La inactividad anula o destruye al ser humano,
tanto física como mentalmente.
Coja un brazo
sano, póngalo en un cabestrillo durante 3 o 4 semanas, vaya a moverlo, estará
anquilosado.
Hay algo aún
más importante que la inactividad física, y es la inactividad de la honesta
participación, la omisión del deber de participación.
Toda persona
sana y con tiempo tiene la obligación, no “devoción” – de trabajar tanto para
sí como para los demás. Por supuesto, a fondo perdido, nunca tratar de
rentabilizar ese trabajo.
No me refiero
ahora a la necesidad evidente de trabajar para sostenerse y sacar adelante a la
familia. No debemos tratar de rentabilizar el trabajo por los demás porque - no
nos cansaremos de repetirlo - vivimos para servir.
Hay que contrarrestar
aquella idea que también he oído a un jubilado: me he ganado el derecho a no
hacer nada.
Ni hablar.
Nadie tiene derecho a no hacer nada.
Usted se ha
ganado el derecho a cobrar una paga, pero no a no hacer nada.
Porque la
obligación de seguir sirviendo está incluida en la propia jubilación.
Los mayores
tenemos la suerte de tener la experiencia, que es la madre de la ciencia.
Ahora, como
mayor, tengo más “valor” tanto personal como socialmente. Tengo la experiencia,
que debo poner al servicio de la comunidad. La tengo para usarla, y con la
obligación de usarla en bien de los demás.
Siempre - hasta
que mis posibilidades me lo permitan - estoy obligado a hacer todo lo que
pueda, según nuestro leal saber y entender, por la comunidad. Ello fortalece el
alma, nos enriquece, y seremos merecedores de la paga local en esta tierra y
después en el cielo.
Quien cumple
con su obligación social, de trabajar por los demás sin pedir nada a cambio, se
llenará de valores que le impulsarán hacia la santidad. Caminará por el sendero
luminoso de bien, y brillaran sus actos, dando la luz a la obscuridad que otros
tienen, la luz que necesita el mundo para tener la felicidad para la que hemos
nacido.
Para ello le
necesitamos a usted activo, honesto y feliz. Y alcanzará “el palmito” del éxito
y del reconocimiento y agradecimiento de su comunidad. Para que cuando le
llegue la maravillosa hora de la despedida terrenal, se presente ante Padre
Dios con las manos llenas, y pueda oír “ven bendito de mi Padre al cielo que te
tenía prometido”.
Hasta tanto
tendrá el reconocimiento de su comunidad, haciéndolo feliz y libre. Pero no
antes. Y podrá seguir haciendo lo que usted hace ahora, pero será con dicha, y
recompensa.
La honesta participación
es la solución y es nuestro deber y obligación.
¡Qué lección de vida!. Querido Luís, sin duda eres un ejemplo. El jurista y filósofo Karl Binding consideraba a la gente de cierta edad "vidas sin valor vital". En este caso, !al cuerno!. Luís, te sugiero encarecidamente que sigas dando caña. Lo importante, en esta vida, es el ser, su esencia. Yo llevo bastante tiempo observando a las personas por lo que son, no por lo que tienen. Es como te van a juzgar en el mundo futuro. Un Abrazo.
ResponderEliminarOscar Guerra.
Querido amigo y admirado Oscar: Gracias por tu testimonio y experiencia. No sólo me has ayudado a mí, a todos los que lo lean. Por ello dos veces gracias. Necesito y agradezco los impulsos. Me siento acompañado. Que Padre Dios te siga, como a tu familia, bendiciendo. Un fuerte abrazo.
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