“A LOS PADRES, A LOS HIJOS Y A LOS ABUELOS”.
“¡El proceso de la vida
es una maravilla!”
Nacemos del amor de
nuestros padres. De nuestro amor nacen nuestros hijos, quienes llegarán a ser
abuelos, como lo somos los que lo somos ahora.
Este proceso
irreversible, imprescindible e imparable es el camino de la vida.
Nacemos, crecemos, nos
reproducimos y morimos.
En este proceso, lo
verdaderamente importante es lo que hacemos. Y lo que hemos hecho. Pero también
es relevante lo que tengamos programado o preparado.
¿Para qué me sirve mi
vida? ¿Qué hago? ¿Qué dejo de hacer? ¿Qué haré? ¿Qué he hecho?
¿A dónde voy? ¿Dónde
estoy? ¿A dónde iré?
¿Cuántas preguntas nos
debemos hacer para tratar de saber qué hemos hecho, qué hacemos y qué haremos?
“¡La vida tiene sentido
cuando la llenamos de contenido!”
Vagar como zombis sin
más significado que vivir y tener cosas -un coche, una casa, un buen móvil…-
¿de qué sirve?
¿Qué he hecho? ¿Qué
hago? ¿A dónde voy?
Perder el tiempo en
nimiedades con todo el trabajo y la ayuda que necesitamos y que necesitan
otros, es derrochar el tiempo, quemar esfuerzos, agostar el amor y morir en
vida. Es, en definitiva, el desierto, la soledad del vacío que es consecuencia
de no haber hecho lo que debíamos hacer y no hicimos. De haber hecho lo que no
debíamos hacer y lo hicimos.
“¡La vida es única e
irrepetible. Lo perdido, perdido está. Ya no se recupera jamás!”
Benditos y alabados son
los honestos y participativos que dedican su vida a hacer y repartir amor y
ayuda, de ellos es la gloria y la solución de los males del mundo atormentado y
necesitado.
Hay mucho que hacer.
Todos tenemos mucho que hacer.
Todos tenemos y vivimos
algo único, imprescindible e irrepetible que solo nosotros vivimos, y tenemos
que hacer para ayudar y solucionar los problemas propios y los de los demás.
Nadie nos puede
sustituir, porque nuestra vida es intransferible, única e irrepetible. Depende
solo y exclusivamente de nosotros. Nadie nos puede sustituir.
A los padres, a los
hijos y a los abuelos, a todos nos corresponde hacer una parte única y
exclusiva en pro de uno mismo y de los demás, que nadie puede hacer por
nosotros, y de la que somos únicos responsables, y haciéndola seremos
merecedores de hacerlo y gozarlo hoy, y luego en la eternidad.
A los padres, a los
hijos, a los abuelos se nos han encomendado tareas en la vida, que llenarán
nuestra existencia y la de los demás, si solucionamos los problemas nuestros y
los que tienen los demás.
Los padres, los hijos y
los abuelos somos la cadena que formamos la espiral de la felicidad. Si no lo
hacemos, faltamos a nuestro deber. Si lo hacemos, nos felicitarán, seremos
felices hoy y disfrutaremos de la eternidad.
Benditos y alabados sean
los padres, los hijos y los abuelos que cumplen con sus obligaciones personales
y ayudan a los demás con su honesta participación. De ellos saldrá el bien que
a todos nos llenará, que heredaremos y dejaremos en herencia para el bien de
todos y el nuestro por igual.
“¡La vida tiene sentido cuando la llenamos de
contenido!”
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