ERASE UNA VEZ UN PAÍS LLAMADO:
“TE AGARRO POR DONDE PUEDO”
“TE AGARRO POR DONDE PUEDO”
Había un país llamado
“Te agarro por donde puedo”. Sus ciudadanos vivían a las órdenes de un régimen
en el que podían elegir a sus autoridades, quienes, una vez elegidas, sin
contar y sin pensar en sus ciudadanos, los molían a impuestos, mientras que
ellos vivían como “el KiKo”: el que hacía las listas, se hacía rico.
Era un pueblo
bueno, pero pasota y egoísta. Se conformaba con las migajas que caían de las
mesas de los políticos.
Los políticos
daban facilidades a sus ciudadanos para comprar teléfonos móviles. A los más favorecidos,
que eran los que más sobornos pagaban, les permitían el coche, que era el no va
más.
La felicidad
consistía en la esclavitud: poseer un móvil, o un coche en el caso de los
ricos.
Las autoridades
elegidas imponían cargas, en forma de impuestos, que asfixiaban a los que los
habían elegido.
Por eso, ese
país se llamaba “Te agarro por donde puedo”.
Las autoridades
eran elegidas mediante listas cerradas.
Y esas
autoridades, sin contar ni saber las necesidades de su pueblo, legislaban a su
antojo, para, con los impuestos, invertir en aquello que les pudiese dar algún
negocio, en aquello que les interesaba.
Normalmente
compraban y producían cosas que eran vitales para otros pueblos, a quienes se
los vendían con pingües beneficios.
Esos pueblos,
cargados de inocentes, sufrían: niños, adolescentes, madres, padres y abuelos.
La carestía de esos productos, necesarios y vitales, eran comprados por sus
correligionarios que no tenía otro medio para sobrevivir. Era la forma y manera
de ganar dinero fácil y seguro.
En ese país, “TE
AGARRO POR DONDE PUEDO”, había algún que otro trasnochado que se quejaba de la
situación que padecían. Pero como no contaba con el apoyo de sus conciudadanos,
lo metían en la cárcel por falsedad documental y por injurias a la autoridad.
Los vecinos de
aquel pueblo no salían de sus casas en invierno, porque usaban pantalones
cortos por no tener dinero.
Pero acaeció,
que una vez, un avión sobrevoló ese país, “Te agarro por donde puedo”, y pidió
permiso para aterrizar, porque tenía una emergencia. La tripulación solicitó
ayuda - a ese país bendecido por las libres votaciones, en lo que los
ciudadanos trabajaban para el buen vivir de sus autoridades - y les pidieron
unos repuestos.
Las autoridades
pasaron una factura por valor de 1.000,00, desglosada en dos conceptos: 0,7655
piezas y repostaje; y 999,2345 impuestos.
Ante las quejas
de tripulación y pasajeros, las autoridades no dieron su brazo a torcer: con
esos costos, les informaron, era totalmente imposible hacerles una rebaja.
Hubo otros casos
parecidos. Con la experiencia, los aviones que sobrevolaban el país venían
acompañados por otro avión, de las mismas dimensiones y proporciones, con un
taller para, en caso de tener que aterrizar, les costase más barato que
comprárselos a los ciudadanos ese país.
“¡Colorín,
colorado este cuento no se ha acabado!”
Les informaré
cómo vivían aquellos del pueblo “TE AGARRO POR DONDE PUEDO!”
PS. Cualquier
semejanza con la realidad es pura casualidad, y totalmente inesperada, porque
hay casualidades que se parecen a la realidad. Además no ha habido ni habrá
otro pueblo que abuse tanto de la libertad.
“¡VIVA EL PUEBLO”!
“TE AGARRO POR DONDE PUEDO”
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