“¡LA INDIFERENCIA!” “¡LA DESCONSIDERACIÓN!”
La indiferencia es la madre del desprecio y de la falta de la
honesta participación.
La mayor de las indiferencias es no corresponder al AMOR Y a LA
AMISTAD.
En el caso de los creyentes, la mayor y más aterradora indiferencia
es no tener a Padre Dios como Padre y como Dios.
El indiferente se aísla de forma progresiva. Al final, solo le
quedará la soledad continua.
La desconsideración es uno de los pecados del mal educado.
El desconsiderado recibirá lo que ha repartido.
El ser humano es un ser social por necesidad y para poder vivir
con los demás tiene que ser considerado y atento con los demás.
El aislamiento nunca es bueno si se ha hecho por
desconsideración o por indiferencia.
Si desperdiciamos la vida, esa maravilla que tenemos en nuestras
manos, por indiferencia o por desconsideración, nuestros actos nos arrastrarán
al mal, y el mal nos pagará con más mal.
“¡El antídoto contra la indiferencia y la desconsideración es el
amor!”
“¡Quien ama de verdad jamás es indiferente y menos
desconsiderado!”
El amor es darse a los demás y, si es con pasión, recibirá no
solo el amor que reparte sino la admiración por tanto valor y por tanto
corazón.
“¡La indiferencia nos arrastra al aislamiento!”
Ser indiferente es una forma de actuar con desprecio y olvido de
lo que le rodea, ya sea humano, circunstancial, o perenne.
Todos nos necesitamos. Se crea o no.
Pensar y creer que los demás no participan y actúan en lo que
nos rodea, es andar ciego por vida, tropezando y cayendo en los hoyos que crea
la vida por la indiferencia y la desconsideración.
Ser honesto, participativo y preocupado por la vida de los
demás, es una forma de santidad, que aumenta en la medida que a amamos a los
demás siendo considerados y atentos a las necesidades ajenas.
La indiferencia y la desconsideración nos arrastran al
aislamiento hasta el olvido de los demás, dejándonos en el lugar que estábamos
de egoísmo y del olvido de los demás.
Ser indiferente y desconsiderado es caminar ciego por la vida,
tropezando y hasta cayendo en errores y pecados que nos irán hundiendo en el
abismo de la maldad.
La indiferencia y la desconsideración es un mal que nos va
envolviendo hasta convertirnos en solitarios en el mundo de la soledad.
La indiferencia y la desconsideración son males que se
acrecientan con la vida. Quien las practica llega a ser un solitario en medio
de la humanidad.
“¡La indiferencia y la desconsideración representan al ciudadano
de una gran ciudad!”
Su problema es su problema, ni me importa ni me preocupa: mi vida
la tengo resuelta. Resuelva sus problemas y no cuente conmigo. Yo estoy muy
ocupado en mis cosas y no tengo tiempo para usted. Arrégleselas como pueda y no
cuente conmigo.
¡Qué espanto! Se olvida que a ella y a él, tarde o temprano,
necesitará la ayuda de quién desprecia por necedad o maldad.
“¡La indiferencia y la desconsideración son males que hay que
extirpar para poder vivir con felicidad y en libertad!”
Si es indiferente y desconsiderado, tarde o temprano necesitará
a los demás, y será un solitario taciturno de solemnidad.
“¡¡¡Dígame lo que siembra y le diré lo que recoge!!!”