“¡GANARSE
EL RESPETO DE LOS DEMÁS!”
Ganarse el
respeto de los demás debe ser lo ambicionado y deseado para vivir y morir con
dignidad.
La dignidad es un
don que se alcanza cuando se ha dedicado la vida a tratar de ayudar a los
demás.
Los deseos se
convierten en realidad de acuerdo con la honestidad.
La honestidad,
la humildad y el amor a los demás son las virtudes de los grandes y de los
merecedores de ganarse el respeto de los demás.
La vida es lo
suficientemente larga para conseguir el respeto de los demás.
Dedicar la vida
a los demás, consagrar la vida a los demás es caminar certero por el
maravilloso y esplendoroso camino de la santidad.
La santidad debe
ser la meta para conseguir por toda la humanidad.
La santidad no
está reservada solo a los consagrados con votos de obediencia, y castidad, la
santidad es patrimonio de quien con honestidad, humildad y amor dedica su vida
a tratar de ser consecuente y de ayudar a los demás.
Ganarse el
respeto de los demás es haber cruzado la línea de los santos de verdad, por los
méritos adquiridos con su vida y sus hechos de honestidad, humildad y amor
tratando de ser consecuente con esos valores y creencias y haber sido fiel a
ellos hasta el final.
Llenar la vida
con hechos y vivencias de santidad y recibir el AMOR Y AMISTAD de los demás es
ser un afortunado y agradecido por la ayuda de la Santísima Trinidad, la Virgen
Santísima y la corte celestial.
Uno es incapaz
de ser merecedor del respeto de los demás si no tiene las ayudas espirituales
para convertir la vida en santidad.
La gran
responsabilidad personal, de todos y cada uno de los seres humanos, sin
excepción, es rogar el santo advenimiento para que con su vida y sus hechos puedan
ayudar a los demás.
Benditos y
alabados sean los que consagran su vida a los demás. De ellos es la gloria
terrenal y luego la eterna felicidad.
La libertad nos
hace capaces de hacer el bien, eliminar al mal, y poder progresar en la santidad.
Benditos y
alabados sean los que reciben tanta ayuda y de tanto valor de la Santísima Trinidad.
Ser responsables
de sus actos y pidiendo y recibiendo tantas virtudes y ayudas, que tanto fortalezcan,
lo hacen y lo convierten en un servidor de los demás.
Servir y tratar
de ayudar a los demás es un patrimonio de todos y cada uno de los que vivimos, que
tenemos la ineludible obligación de ser consecuentes con los valores heredados
llevándolos a la práctica en la constante y deseada ayuda a los demás.
Vivir para
servir, es llenar la vida de valores y contenido, que se fortalecen con la
oración y se convierten en realidad si hay honestidad, humildad y amor.
Dichoso los
consecuentes con sus valores, de ellos es el reconocimiento y la eterna
gratitud de recibir y ganarse el respeto de los demás.
Ganarse el
respeto de los demás es la meta que todos debemos de buscar con nuestros hechos
y deseos convirtiéndolos en realidad.
Ganarse el
respeto de los demás es haber conseguido la gloria terrenal.
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