lunes, 7 de enero de 2019

“¡LA CONSAGRACIÓN!” “¡CONSAGRAR LA VIDA!”





“¡LA CONSAGRACIÓN!” “¡CONSAGRAR LA VIDA!”



La consagración es el ofrecimiento y la total dedicación de una persona, de un lugar o de una cosa a algo o a alguien.
Consagrar la vida es dedicar la vida a aquello a lo que uno se ha consagrado.
Consagrar la vida es una de las mayores ilusiones, responsabilidades y grandezas del ser humano.
La consagración es patrimonio de la  humanidad: no hay otros seres que puedan consagrarse.
Para consagrarse hay que tener una fortaleza especial y unas convicciones fuertes y  bien cimentadas que nos hagan capaces de afrontar el presente y el futuro con realidad, firmeza y un amor especial.
Benditos y alabados sean los consagrados, de ellos nace, crece y se desarrolla el amor a los demás. Los consagrados creyentes dedican su vida a La Santísima Trinidad. Unos con votos y otros sin ellos.
Los honestos y veraces consagrados son los seres humanos dignos de admirar y respetar, y considerarlos con el mayor AMOR Y AMISTAD.
La fe en sí mismo, en los demás y en La Santísima Trinidad es el cimiento de la consagración.
No puede haber consagración sin fe, libertad, conciencia y amor a Padre Dios y a los demás.
La consagración exige unos valores morales, éticos o religiosos fundamentados en creencias y en una fe inigualable.
“¡La consagración es tener una conciencia y unos valores por los que se está dispuesto a dar la vida!”
Para consagrarse a unas vivencias, creencias y metas hay que tener unas creencias muy firmes capaces de resistir los embates y ataques del mal.
Al mal le deben aterrar las creencias firmes, seguras y conscientes porque desbaratan la aterradora voluntad y poder del mal.
Con la consagración no disminuyen ni desaparecen los errores y pecados. Sí aumenta la responsabilidad y la posibilidad de la santidad.
La meta del mal es vencer al bien. El consagrado es amigo y compañero del bien; su enemigo es el mal.
Hay muchas formas y maneras de consagrarse. La de más valor es aquella que consagra su vida a hacer el bien personal y ayudar a los demás.
La vida adquiere un sentido y valor especiales cuando nos consagramos a hacer el bien y a preocuparnos por el bien de los demás.
La consagración es plural, porque abarca un abanico de posibilidades en las que desarrollar la consagración.
Nadie se consagra, ni tiene consagración, si su meta y su fin consisten en engrandecerse en lo personal a costa de los demás.
La consagración y consagrar la vida se reducen a ayudar y cooperar al bien personal y social.

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