“A
VUELTAS CON LA EUTANASIA”
Lo que escribí el 03-10-2013 y, desgraciadamente, sigue de actualidad.
La vida tiene un valor incalculable: es única, irrepetible, maravillosa
y eterna.
El instinto de conservación hace cerrar los ojos cuando algo
se nos aproxima de forma inesperada. ¿Qué no haremos por la vida?
Siento el mayor respeto por todo aquello que se hace de
buena voluntad, aunque no lo comparta.
Pero no entiendo la eutanasia, como tampoco entiendo, ni entenderé,
el aborto.
Supongo que tiene que existir un estado totalmente
desesperado, que sitúe a alguien fuera de la realidad, y que le induzca a la
muerte o matar.
Por eso tampoco entiendo porqué no se buscan todos los medios,
habidos y por haber, para tratar de desistir, ayudar y de convencer a los que
quieren matar o matarse.
Para una persona normal, en circunstancias normales, la vida
es un don inigualable.
¿Cuánto bien se puede hacer, y cuántas satisfacciones se
puede recibir? Incontables y maravillosas.
Problemas hay y los habrá mientras estemos vivos.
Creo plenamente en los valores eternos del ser humano, y
confío y creo plenamente en Padre Dios. Que nos dió y conserva la vida.
¡Qué importante y qué maravillosa es la educación recibida
de los padres! Igual que los valores morales, éticos o religiosos. Sus
ausencias tienen que crear unos vacíos insondables. Quizá esos vacíos puedan
conducir a esos estados de desesperanza, que conducen a la eutanasia.
Debemos rezar, constantemente, por el bien de la humanidad.
Y uno de los mayores bienes es la vida. Tanto que sólo tenemos una y única.
Solo la vida permite experimentar la felicidad. Solo la vida
permite repartir felicidad.
¡La felicidad es privilegio de los que están vivos!
Esto tienen que creerlo aún los que no creen en la
eternidad, ni en la existencia de Padre Dios.
Hemos nacido para ser felices y libres, pero con nuestro
concurso, aunque haya influencias exteriores.
Intento decir que la vida es algo maravilloso: merece la
pena ser recibida y ser compartida. Merece la pena respetarla y conservarla.
Que el dar enriquece tanto, que nos hace millonarios de
felicidad. Pero sólo dan los que están vivos.
¿Cómo puedo ayudar a quien quiere matar o matarse? Sólo
conozco lo que he dicho: rezar. Eso hago y seguiré haciendo. Necesitamos a
muchas personas que hagan lo mismo, para que el deseo se convierta en la
continuidad de la vida.
Quiero apasionadamente al ser humano. Estoy dispuesto a dar
la vida por él, pero no a quitársela, ni que otro se la quite o me la quite.
Quien de verdad ama, no puede ni debe desear la muerte
inducida.
Amar es compartir las alegrías y las penas en la vida y
estando vivo. Sean las que sean.
La muerte debe ser la recompensa final a toda una vida. Y no
el acabar con la infelicidad y con la libertad.
El muerto ya no tiene vida, ni felicidad terrenal ni
libertad.
Una forma de destruir es la eutanasia y el aborto. ¿Quiénes quieren
destruir?
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