“A LA
MONARQUÍA” (ESPAÑOLA).
“¡A la Monarquía española todo el honor y la gloria!”
Quién avisa no es cobarde.
Ser monárquico no se improvisa. Como tampoco se improvisa la
Monarquía.
La Monarquía es una institución milenaria. La española cuenta
con varios siglos de existencia.
Tener Monarquía es tener historia.
Cualquier otra institución de gobierno no necesita historia.
La historia es el cimiento del presente.
Lo que no tiene historia es una improvisación.
Un Rey no se improvisa.
El Rey tiene que haber nacido, haberse criado y haberse formado
como Rey.
“¡Ser Rey es haber perdido la vida propia para servir a la
Patria!”
El Rey tiene que estar dispuesto a que haya algunas personas,
sin valores morales, éticos y religiosos, sin escrúpulos morales, que ofendan a
su persona y a la institución que representa.
No respetar a la Monarquía, como no respetar a la República, es,
y será siempre, digno de rechazo. Quien lo haga debería ser aislado por la
sociedad, como un apestado social. Que su condena sea el rechazo social, y
quede marcado a perpetuidad.
“¡Todas las instituciones de gobierno, honestas y leales,
creadas y aceptadas, deben de ser respetadas!”
La gran diferencia entre una Monarquía y una República es que
mientras que la República se puede improvisar, la Monarquía no admite
improvisaciones.
Para tener una Monarquía hay que ser un pueblo con una larga
historia, con errores y pecados (¿hay alguien que no los tenga?). “¡Las
Monarquías han prevalecido por la honestidad y lealtad de los soberanos a su
pueblo, y porque sus Reyes han dedicado y dedican su vida a servir, a servir a
su gente y a su Patria!”
“¡Los Reyes son la representación de la Patria!”
España
es una Monarquía plurisecular, con un lapsus de dos períodos
republicanos.
De la misma manera que la Monarquía no se improvisa, tampoco se
improvisa un Rey.
Ser monárquico es una consecuencia de la herencia familiar
reciente, quizá también de los genes heredados de los antepasados, pero también
de la convicción de ser el mejor régimen de gobierno.
La Monarquía no se improvisa.
Quién no respete a la institución que representa a su patria es
un apátrida, y, como tal, un enemigo social.
“¡A la Monarquía española toda mi admiración y devoción!”
Por patriotismo, por amor a la Patria y a los paisanos, y por
convicción.
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