miércoles, 1 de julio de 2020

“A LA MONARQUÍA” (ESPAÑOLA).





“A LA MONARQUÍA” (ESPAÑOLA).

“¡A la Monarquía española todo el honor y la gloria!”
Quién avisa no es cobarde.
Ser monárquico no se improvisa. Como tampoco se improvisa la Monarquía.
La Monarquía es una institución milenaria. La española cuenta con varios siglos de existencia.
Tener Monarquía es tener historia.
Cualquier otra institución de gobierno no necesita historia.
La historia es el cimiento del presente.
Lo que no tiene historia es una improvisación.
Un Rey no se improvisa.
El Rey tiene que haber nacido, haberse criado y haberse formado como Rey.
“¡Ser Rey es haber perdido la vida propia para servir a la Patria!”
El Rey tiene que estar dispuesto a que haya algunas personas, sin valores morales, éticos y religiosos, sin escrúpulos morales, que ofendan a su persona y a la institución que representa.
No respetar a la Monarquía, como no respetar a la República, es, y será siempre, digno de rechazo. Quien lo haga debería ser aislado por la sociedad, como un apestado social. Que su condena sea el rechazo social, y quede marcado a perpetuidad.
“¡Todas las instituciones de gobierno, honestas y leales, creadas y aceptadas, deben de ser respetadas!”
La gran diferencia entre una Monarquía y una República es que mientras que la República se puede improvisar, la Monarquía no admite improvisaciones.
Para tener una Monarquía hay que ser un pueblo con una larga historia, con errores y pecados (¿hay alguien que no los tenga?). “¡Las Monarquías han prevalecido por la honestidad y lealtad de los soberanos a su pueblo, y porque sus Reyes han dedicado y dedican su vida a servir, a servir a su gente y a su Patria!”
“¡Los Reyes son la representación de la Patria!”
España es una Monarquía plurisecular, con un lapsus de dos períodos republicanos.
De la misma manera que la Monarquía no se improvisa, tampoco se improvisa un Rey.
Ser monárquico es una consecuencia de la herencia familiar reciente, quizá también de los genes heredados de los antepasados, pero también de la convicción de ser el mejor régimen de gobierno.
La Monarquía no se improvisa.
Quién no respete a la institución que representa a su patria es un apátrida, y, como tal, un enemigo social.
“¡A la Monarquía española toda mi admiración y devoción!”
Por patriotismo, por amor a la Patria y a los paisanos, y por convicción.

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