"ESTAMOS CON LA MAYORÍA, PERO LA MAYORÍA NO ESTÁ CON NOSOTROS”
La gran mayoría de la humanidad vive aplastada por un poder económico perverso al que está sometida. Paradójicamente lo acepta, pues, de una forma u otra, sigue su juego.
Juego, sí, juego: a veces parecemos juguetes, marionetas manejadas por ese poder maligno.
Insisto: el objetivo de ese poder económico perverso es ganar dinero y poder, a costa de lo que sea. No tiene límite. Ningún valor ético o religioso es para él una línea roja infranqueable. Solo se mueve y busca el materialismo.
Pongo algunos ejemplos fáciles de comprender: hay propietarios de fábricas de armas que, al mismo tiempo, controlan laboratorios de medicinas. Hay quienes apoyan alguna ONG de defensa del medio ambiente, al tiempo que atacan, o no promocionan (que es lo mismo) las energía renovables, para proteger el consumo del petróleo.
Seguro que los hay quienes van a Misa. Espero que se conviertan.
El poder al que me refiero es tremendamente corrupto. Malogra todo lo que toca. Y lo hace con la impunidad que le concede el apoyo tácito del pueblo. A veces de forma sutil, otras burdamente. Transcribo lo que, por desgracia, he llegado a escuchar: ¡Es un tío listo! ¡Roba y no lo han cogido! ¡Que se beneficie!
Sin ánimo de faltar a la caridad, diremos que a esas personas les ciega el poder. Que no ven. Que están totalmente dominados por el mal. No ven el mal social que generan. Y hay quienes lo aceptan olímpicamente, se sienten como pez en el agua. Puede que estén incluso orgullosos de su dinero y de su poder perverso.
Por supuesto, no todo el poder y el dinero son malos. En sí mismos no lo son. Somos los humanos los que tergiversamos el poder y el dinero convirtiéndolos en algo malévolo.
Este maligno y funesto poder tiene dos grandes aliados: los pasotas y los individualistas.
¡Hasta que su número no disminuya, seguiremos siendo esclavos!
Esto nos debe impulsar a seguir denunciando el deterioro, no sólo económico -con todas sus nefatas consecuencias-, sino que nuestro aún bello Planeta Azul, la Tierra, ha dejado de ser nuestro paraíso, y se ha convertido en un basurero de materias y malos espíritus.
Entristece vivir y sentir el vacío y ausencia del bien por la falta del apoyo de la mayoría.
Seguiremos caminado, lento, pero seguro. No desfalleceremos. Le necesitamos a usted: vecino, amigo, compañero.
El mal no puede vencer al bien. Pero ese grupo de irresponsables malignos pesa tanto que puede obscurecerlo, dejando secuelas como la disminución de las garantías y desprotección sanitarias, el empeoramiento de la educación, las estrecheces económicas, el paro real, etc.
La lacra social del paro real sólo la conocen a fondo quienes la viven. Los demás apenas nos enteramos y hay quienes no quieren enterarse.
Así podría seguir enumerando hechos malignos del mal perverso, que aumentan la ignorancia, la inconsciencia y la falta de participación.
Así podríamos seguir enumerando hechos del daño particular y social que originan el maligno poder económico con sus aliados, los pasotas y los individualistas.
Rezo mucho, por la fe que tengo. Y confío en lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo: “pedid y recibiréis”. Pero la oración tiene que ir acompañada de nuestra participación. Conformarse con la petición sería una deslealtad y una incoherencia: no haríamos todo lo que debemos y podemos hacer.
Es triste que haya quien no vive lo que decía San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Admira la bondad de nuestro Padre Dios: ¿no te llena de gozo la certeza de que tu hogar, tu familia, tu país, que amas con locura, son materia de santidad?"
De momento, el poder económico perverso va ganando. Pero el partido no ha terminado.
Vivamos como buenos ciudadanos, con valores éticos o religiosos. Estoy seguro de que la mayor parte de las personas son buenas personas. Que sea esa mayoría silenciosa la que decida la forma y manera del mundo que debemos vivir. De lo contrario seguiremos siendo esclavos, sin libertad y sin felicidad.
Le ruego lo piense, y si está de acuerdo, se una con su comportamiento honesto, participativo y libre, y la tierra volverá a ser los que debe ser: un paraíso.
Que esa gran mayoría de gentes de bien sea la que decida. Que no decidan las minorías perversas.
El mundo andará mejor. Y la felicidad estará al alcance de todos.
Sólo necesitamos su honesta participación para que brille la resplandeciente luz de la verdadera libertad.
Entonces estaremos con la mayoría y la mayoría con nosotros. Que Padre Dios le bendiga.
No es que el pueblo apoye a los malignos, amigo Luis. Es que nos tiene atenazados el miedo, el miedo a perder lo que aun tenemos.
ResponderEliminarPero de seguir así, falta poco para que mucha gente, nada tenga que perder, salvo el miedo.
Entonces nos veremos abocados, como siempre, a un baño de sangre, porque los dueños de la sartén y del mango, jamás ceden por las buenas y tienen las armas y las balas.
Creí que le había contestado. Vuelvo a cometer el mismo error. Los años y sus efectos, así como el desconocimiento hacen de las suyas. Le ruego me disculpe, ya sabe lo importante que son sus aportaciones, que tanto agradezco y admiro.
EliminarSólo insistir en la no violencia. Jamás las dictaduras han sido buenas para el desarrollo de la sagrada libertad, y son una consecuencia de la violencia.
Ellos tienen las armas y las balas, nosotros tenemos la magnitud del poder de la honesta participación. Sólo necesitamos la mayoría, que no sé cómo conseguirla.
Seguiré luchando por esa necesaria honesta mayoría, es una razón de mi vida. Creo que también la suya .
Un fortísimo abrazo y sigamos, el Dios que tanto quiero nos ayudará.