“¡¡¡A LAS PERSONAS AGNÓSTICAS O ATEAS!!!”
A las personas agnósticas o ateas todo mi respeto, mi
mayor consideración, AMOR Y AMISTAD.
Las diferencias de creencias religiosas no deben ser jamás razón
de discordia, de enfrentamientos y menos de agresiones físicas o morales.
La vida es inviolable e intocable y merece el mayor respeto y la
consideración por parte de todos.
“¡¡¡Todas las personas, sin excepción, nacimos para amar y ser
amadas!!!”
Personalmente creo en la existencia de Dios. Es lo que aprendí
en mi familia y es el ejemplo que me dieron mis padres mientras vivieron y pude
compartir con ellos la vida en mi niñez, juventud y el resto de la mayoría de
edad. Pertenezco, convencido, porque lo he tocado, al grupo de personas que
profesamos el “teísmo”
Agnóstico es la persona que no niega la existencia de Dios:
simplemente considera que la verdad absoluta, en especial Dios, es
inaccesible al entendimiento humano.
Ateo es quién no cree en la existencia de Dios.
El ateo no cree y cuestiona cualquier tipo de divinidad o
sobrenatural.
La fe, que es un regalo, fortalece de tal manera la creencia en
Dios, que quien tiene fe no concibe su vida sin la existencia de Dios, que para
los cristianos es la Santísima Trinidad: Padre Dios, Jesucristo Dios y Hombre
verdadero y el Espíritu Santo Dios.
¿Por qué trato este tema tan delicado y complicado? Por
necesidad espiritual y con el deseo de aclarar y ayudar.
La ignorancia causa incomprensión y genera ocasiones para
la discusión, discusiones que en ocasiones son bizantinas y perjudiciales.
“¡Discutir un tema con honestidad y respeto es una necesidad!”
“¡La verdad surge de la honestidad y del respeto y del amor a
los demás!”
Reconocer y aceptar la verdad es una virtud que hay que
fomentar.
Yo intento ponerme en el lugar del no creyente para entenderle y
tratar de llegar a una conclusión que nos ayude a las dos partes.
“¡¡¡Tratar temas tan importantes como la creencia o no en Dios,
debe tener la finalidad de aclarar cómo debe ser la vida y cómo debe recibirse
la muerte!!!”
La muerte es final de la vida. Pero ¿si hay un Dios a quien
rendir cuentas de nuestra vida? La vida debe ser de acuerdo a esa creencia.
¿Cómo recibe un ateo, o un agnóstico, la muerte? ¿Es el final de
todo? ¿Recibe el mismo trato, le pasa lo mismo a una persona que ha sido
deshonesta y ha pecado contra Dios y contra los hombres, a una que ha querido
ser fiel y consecuente con sus creencias?
Quisiera que estas palabras sirvieran para, al menos, dudar de
la existencia de un Dios todo poderoso, de infinita misericordia, y que lo que
busca es que todos los seres humanos gocemos de la felicidad eterna en Su
presencia.
La bondad infinita de Padre Dios – y digo Padre Dios y no Madre
Dios por costumbre heredada, porque Dios no tiene sexo – se manifiesta cuando
rezamos.
¿Cómo podría yo expresar los beneficios que he recibido de Padre
Dios con mis constantes y continuas oraciones? Orar es hablar con Padre Dios, y
yo hablo con Padre Dios. Como, lógicamente, hablará usted.
Las bendiciones y las ayudas recibidas son tan elocuentes que
hay veces que me asombro. Siempre digo que al Espíritu Santo solo me falta
verlo.
Siempre rezo un Padre Nuestro antes de escribir y, lo digo con
toda la honestidad de que soy capaz, cuando termino de escribir me asombro de
lo que he dicho. ¿De dónde ha salido esto? Y no es por humildad, sino por
realidad honesta y verdadera.
Quisiera convencer a quienes son ateos, o al menos que tengan la
duda, de la existencia necesaria y vital de la Santísima Trinidad, por todos los
beneficios que ello conlleva.
“¡Que la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos
bendiga y nos de las luces necesarias para tener, vivir y gozar de la eterna
felicidad en su contemplación, que eso es el cielo.
Ateos y agnósticos, tengan misericordia conmigo, que solo trato
de ayudar y de que tengan y reciban las bendiciones que yo recibo.
Esto es lo que creo y esto es lo que digo tratando de ayudar.
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