viernes, 24 de abril de 2020

“¡LO QUE NOS HA TOCADO VIVIR!”






“¡LO QUE NOS HA TOCADO VIVIR!” 



“Lo que nos ha tocado vivir”: una frase que he oído toda mi vida.
No cabe duda que tiene un sentido real y verdadero.
En todas las épocas hay circunstancias, hechos o vivencias que merecen ser recordadas, lo cual nos da la oportunidad de actualizar la frase: “¡Lo que nos ha tocado vivir!".
“¡Lo que nos ha tocado vivir es y será lo que nos suceda cada día!”
Las excepciones -que son varias a lo largo de la vida- le dan pleno sentido.
Pero la frase en sí no cambia la realidad, si nosotros no la alteramos con nuestro comportamiento, algo que depende de uno.
Lo malo, y puede que hasta trágico, es cuando las circunstancias conceden mérito a la frase.
Hoy vivimos una época que puede llegar a ser catastrófica, aterradora, para la salud, la vida y la economía.
La pandemia del coronavirus ha alterado la vida de una forma especial: afecta a toda la humanidad.
Igual que la contaminación, la destrucción del hábitat natural.
Nos damos cuenta, y consideramos la situación, cuando nos puede afectar en un breve período de tiempo.
Las posibilidades de contagio son grandes, próximas y reales. Quizá esta situación tenga esa característica que la hace notoria, puede que hasta diferente.
Yo y los de mi generación no recordamos nada igual.
La inmediatez de los acontecimientos y las probabilidades de quedar afectado por el virus son constantes.
¿Nos servirá de experiencia para aprender y tener en cuenta la amenaza? Lo dudo.
Hay un refrán que dice: “no hay mal que por bien no venga”. ¿Nos servirá de algo? Lo dudo.
Mi escepticismo es fundado.
Se fundamenta en que la contaminación y destrucción de nuestro necesario y vital hábitat natural -necesidad que nos afecta a todos- ha mejorado de forma exponencial. Y no lo hemos hecho adrede. Ha sido una consecuencia.
¿Aprenderemos de ello? “¡Lo dudo!”
¿Cómo podemos reaccionar?  Eso quisiera saber yo.
He dedicado, y dedico, una parte importante de mi vida, a tratar de explicar para, por el conocimiento, actuar de forma que no maltratemos a nuestro necesario y vital hábitat natural.
Mi experiencia me dice que todo se olvida con una enorme rapidez, y los egoísmos personales borran esos hechos con gran facilidad y tapan la realidad.
Mi coche, el coche, ¿es una necesidad? ¿Es mi ilusión, me da prestigio, me siento mejor etc. etc.?
No escarmentamos en cabeza ajena. Así y todo sigo escribiendo sobre este tema, por conciencia y amor a los demás.
Esta pandemia no solo afecta a la salud y a la vida, sino que ataca a la economía. ¿Nos servirá de experiencia para actuar en consecuencia? Lo dudo.
Yo mismo me asombro de mi escepticismo.
Espero y deseo, de todo corazón, y por el bien general que no nos olvidemos de la realidad actual.
Espero estar equivocado, y cuando haya pasado algún tiempo lo veré, lo comprobaré al contar el número de coches que sigan en circulación.
“¡Qué un mal haya mejorado otro mal, debería ser la gran experiencia a nunca olvidar!”
¿Lo que nos está tocando vivir servirá de algo?
Esa experiencia -de lo que nos ha tocado vivir- ¿quedará gravada en el consciente y en el subconsciente para toda la eternidad? ¿Así sucederá? Los que sobrevivan lo podrán confirmar.
“¡El tiempo lo dirá!”

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