“OBLIGACIONES TEMPORALES”
El Concilio Vaticano II se pronunció con estas graves palabras: “El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones con Padre Dios
y pone en
peligro su eterna salvación”.
Quien no trata de santificarse -que no es una
devoción sino una obligación-deja de aprovechar la inteligencia recibida,
no santifica a su prójimo, y no obedece a
Padre Dios.
La vida, la libertad, los hechos y la
experiencia, con honestidad y por el
bien de los demás, dan la autoridad de la verdad.
La autoridad nos llega o por los hechos y la
participación honesta que nos puedan
hacer merecedores de la maravillosa recompensa del respeto y consideración social –que eso es autoridad- o por la
delegación del pueblo que confía en nosotros.
Es una obligación de todo ser humano ganarse y
tener -por la solidez de nuestro honesto
comportamiento- la solidez profesional, familiar, social… que tiene todo el que tiene autoridad moral.
San Josemaría Escrivá dijo: “la competencia y la
seriedad con que se debe realizar el trabajo
profesional se convierte así en un candelero que ilumina a colegas y amigos”.
San Pablo escribió a los primeros cristianos de
Filipo exhortándoles a que viviendo en medio de
aquella generación apartada de Padre Dios, brillaran como “luceros en medio del mundo”.
Sin la honesta participación social (tan
cacareada por mi), no hay solución a las obligaciones
temporales.
Las normas y leyes de convivencia no son otra cosa que la honesta
participación.
Las obligaciones temporales son ineludibles e
inaplazables.
Vivimos en un mundo con un porcentaje alto de
pasotas e individualistas, totalmente
despreocupados, faltos de caridad y de libertad que están degradando no solo las necesarias, buenas, cordiales y fraternales relaciones entre nosotros,
sino que además están
destruyendo nuestro hábitat natural con todas las consecuencias de inhabitabilidad del aún maravilloso Planeta Azul.
Hasta tanto no haya una mayoría de hábitatistas -
y como tales participativos y honestos– ni
se cumple con las inexorables obligaciones temporales, ni se encuentra la
felicidad y la libertad para la que hemos nacido.
Cumplir con las obligaciones temporales es hacer el bien personal
y social sin pedir nada a cambio, y es de donde nacen la felicidad y
la libertad.
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