“¡SENTIR A PADRE DIOS!”
Sentir a Padre
Dios es la meta a la que debemos aspirar cada día.
Sentir a Padre
Dios es tocar el cielo y llorar de emoción, con una felicidad inigualable.
Padre Dios nos
rodea y nos llena de felicidad, cada segundo de la vida, si lo tenemos presente
con insistencia, fervor, con amor y adoración.
Rezar siempre
que podamos para mantener el contacto espiritual con la Santísima Trinidad,
cada segundo de nuestra vida.
“¡Padre Dios nos
espera en todo momento!”
“¡Aprovechar
esos momentos de sentir a Padre Dios llena la vida de una alegría y de una
esperanza inigualables!”
El recorrido de
la vida es una continua oportunidad para rogarle a Padre Dios que Lo sintamos,
y vivamos lo que es sentir a Padre Dios.
Las debilidades,
que tenemos a montones como consecuencia de nuestra condición humana, su
reconocimiento y el pedir perdón por nuestros errores y pecados, nos va
abriendo el camino para sentir a Padre Dios.
Padre Dios no
llega de improviso, cuando llega es por nuestros ruegos.
Llegar a sentir
a Padre Dios es un proceso de aproximación de cada día.
“¡Aprovechar
esos momentos de sentir a Padre Dios, nos enriquece y fortalece, y nos pone en
el camino de santidad!”
Escriba y cuente
lo que ha sentido cuando ha sentido a Padre Dios. Todos le quedaremos
eternamente agradecidos.
Las experiencias
personales de sentir a Padre Dios son la esperanza para que muchos las vivan,
haciendo pequeños sacrificios y rezando mucho.
El cimiento en
el que debemos edificar la santidad son los pequeños sacrificios de cada día,
como norma e imposición propia, y con el añadido de recitar las oraciones que
conocemos.
“¡Rezar y hacer
pequeños sacrificios permite la comunicación instantánea con Padre Dios!”
Recemos y
hagamos esos pequeños sacrificios como una imposición constate para mejorarnos,
y como norma de cada día.
No beber entre
determinadas horas. Comer siempre a la misma hora. Limitar los gustos a horas
concretas. Organizar la vida con unas imposiciones, no grandiosas, comenzando
poco a poco, y con la determinación de convertirlos en hábito de cada día.
Sentir a Padre
Dios es una bendición especial a la que debemos aspirar y luchar por sentir,
para vivir la felicidad de manera especial.
Sentir a Padre Dios
debe ser una bendición especial. Bendición alcanzable si hacemos los
sacrificios y los rezos que hayamos establecido, y todas las veces que podamos.
“¡La meta debe
ser rezar y sacrificarse rogándole a Padre que se haga sentir, para sentir a
Padre Dios de manera real y verdadera!”
“¡Sentir a Padre
Dios es el regalo maravilloso que Padre Dios nos da, si perseveramos, con amor,
humildad, y constancia en el rezo y en los pequeños sacrificios!”
“¡Sentir a Padre
Dios nos fortalece y acrecienta nuestras virtudes, y nos pone en el camino de
santidad!”
“¡Sentir a Padre
Dios es el regalo que endulza las amarguras de los errores y pecados!”
“¡Sentir a Padre
Dios es la meta a conseguir con el rezo y los pequeños sacrificios!”
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