“¡VENGA A NOSOTROS TU
REINO!”
Se acerca mi 87 cumpleaños.
Como creyente, deseo y necesito comunicar mi pasión por Padre Dios. Por esta
razón he titulado este artículo con un préstamo del Padre Nuestro. Como
bien sabe, es la oración que nos enseñó Nuestros Señor Jesucristo Dios, y que
le dedico a usted con todo mi corazón, y que es:
“¡Padre Nuestro, que estás en los Cielos,
santificado sea Tu nombre, venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu voluntad así en
la tierra como en el cielo,
danos hoy el pan nuestro de cada día, y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén!”
Le deseo a todo el mundo, sin
excepción, que el Reino de Jesucristo les venga y llegue, para que todos, sin
excepción, tengan la dicha más grande y esperanzadora que desear se puede.
Reitero que mis creencias,
infundidas por mi familia, se resumen en Amar a Padre Dios, a Jesucristo Dios y
al Espíritu Santo Dios sobre todas las cosas y a usted como a mí
mismo: “¡Si no le quiero a usted como a mí mismo soy un cuentista y un
mentiroso!”
Me educaron espartanamente: mis
padres y mi familia y me dieron y pusieron en marcha un motor que ha movido y
mueve toda mi vida.
Ese motor lo mueve el deseo de amar
a Dios, amarle a usted y amar a toda la humanidad; respetar y proteger la
Naturaleza, que es nuestro hábitat natural; buscar y repartir la felicidad con
el deseo y la necesidad de ayudar; tratar de repartir y vivir la plena
libertad. Y todo ello con la intención de estar en el camino de la santidad,
para llegar al cielo, que entiendo es la contemplación de Padre Dios.
Esto es lo que ha movido y sigue
moviendo mi vida.
Cuando fallo, lo siento, y me
arrepiento de haber pecado.
Creo y necesito la infinita
misericordia de Padre Dios: sin ella no podré llegar a la meta de ese cielo
prometido.
La vida me ha sido próspera y
generosa, con pocas necesidades y carencias vitales. Soy un trabajador nato y
necesito trabajar con el deseo de ayudar. Lo digo con toda sinceridad: eso es
lo que me ha dado incontables satisfacciones y reconocimientos invalorables. Y
no me queda más remedio, por lo menos, que estar eternamente agradecido.
Sigo luchando por mis metas, que son
su vida y la mía.
Le debo a usted y al mundo entero mi
eterno agradecimiento, porque me han ayudado y me ayudan tanto. Es para mí un
honor, una obligación y una gran responsabilidad. Lo sé y acepto todas
las consecuencias.
Que Padre Dios, que la Santísima
Trinidad y la Virgen del Pino, mi Patrona, les colmen de bendiciones, sea quien
sea y crea lo que crea, a usted, a su familia, a sus amigos, a su comunidad y
al mundo entero.
Padre Dios, danos fe, humildad,
sabiduría y santidad. Es la oración que hago y repito tratando ayudar y que me
ayude.
Termino diciéndole y repitiéndole
“¡Venga a nosotros tu reino!”, porque le amo con toda mi alma, mi mente y
mi corazón, para que juntos gocemos de la plena felicidad y la plena libertad,
porque nos ayudamos y ayudamos a los demás.
“¡Venga a nosotros tu reino!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Necesito y agredezco todos los comentarios que me puedan hacer, complementarán y enriquecerán este blog. La solución es la participación. Gracias.