“LA TIBIEZA”
La tibieza es la calidad del tibio. Tibio es quien es flojo, descuidado e indiferente.
El tibio es frío en el amor. Quien ama no puede
ser tibio.
Así como la tibieza es una especie de plano
inclinado y resbaladizo por el que uno se desliza hacia abajo, el amor es todo
lo contrario: es el cimiento de los grandes hechos. El amor es ascendente.
Puede subir muy alto, hasta la contemplación de Padre Dios después de la muerte
santa.
El tibio nunca se excede. Se mide para no
moverse de lo suficiente, de lo imprescindible para la vida material o para la
vida espiritual.
Trata de justificar su falta de lucha y su falta
de exigencia personal dando razones de naturalidad, de eficacia, de salud.
Pretende que los demás sean indulgentes con su comportamiento.
En los tibios es muy común el apego a las
cosas, a caprichos, a la excesiva comodidad.
Todos estos comportamientos los llegan a sentir
como una necesidad subjetiva.
La tibieza debilita el alma, como el cuerpo. Es
un tobogán de bajada hacia los pecados sociales y morales.
Cuando el alma está adormecida por la tibieza,
se pierden los verdaderos objetivos y valores en la necesaria lucha interior
que atraigan y que puedan ilusionar y redimir.
“¡Para los tibios la solución no es la
participación, es la aceptación sin condiciones!”
La tibieza suele comenzar por un conjunto de
pequeñas infidelidades, que no se han reparado y que se aceptan como normales.
“¡Los tibios suelen tener un gran desaliento, en
especial con Padre Dios!”
Han perdido la alegría y la prontitud. “¡Viven
al ralentí!”
“¡Su fe está apagada, por la lógica consecuencia
del enfriamiento de amor!”
Dios nos libre de la tibieza. Se lo
agradeceremos eternamente.
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