“¡A GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS!” TENEMOS LA
OPORTUNIDAD. EL CORONAVIRUS.
“¡A grandes males,
grandes remedios!” “¡No hay mayor remedio que la oración!” “¡No hay otra
solución!”
Ahora es el momento
para insistir con la oración. Pedirle a Padre Dios que nos ayude, dándonos lo
que más nos conviene.
“¡De nosotros depende
la solución!”
El mal es el gran
enemigo, que se aprovecha de las debilidades humanas y de las circunstancias,
para conquistar e imponer su esclavitud.
“¡La fe sigue
conquistando no solo montañas, sino cordilleras!”
“¡Sin fe no hay
esperanza, y menos amor!”
“¡A grandes males,
grandes remedios!” Ahora tenemos que unirnos y protegernos los unos a los
otros. Y la solución es la oración comunitaria, universal y la hermandad. El
rezo y la comunión universal.
“¡La solidaridad, con
el amor a los demás, crea y desarrolla la hermandad!”
La triste experiencia
universal del coronavirus nos debe servir para comprobar que los pasotismos,
los individualismos, los egoísmos personales son los grandes cooperadores de la
propagación de las pandemias, que las hay y habrá mientras permitamos que el
mal pueda hacer y desarrollar su voluntad.
“¡Contra el mal no hay
otra solución que rezar!”
Para rezar tenemos que
tener fe y confianza en ese Padre Dios -toda misericordia, y la bondad
infinita- que nos ha dado el gran recurso de hablarle y pedirle, con la
oración, lo que necesitamos, y siempre seremos oídos.
“¡Pidan y recibirán!”
¿Por qué aún no se ha
producido esa unión fraternal de todas las religiones monoteístas, de la que
vengo hablando desde hace meses?
Tenemos la gran
oportunidad para que millones de fieles recemos, al mismo tiempo, por la
solución de este gravísimo problema de la pandemia del coronavirus.
“¡La historia nos
juzgará -como siempre- por lo que hacemos y por lo que haremos!”
“¡Hacemos y haremos lo
que decidamos!”
“¡De nosotros depende
la solución de esta pandemia!”
Esta triste y real
tragedia universal debería ser la razón y ocasión para comenzar a rezar -todos
los fieles del Planeta Tierra que creemos en Dios- pidiéndole a Dios -al que
todos amamos y adoramos- que escuche nuestra súplica, y acabe con la pandemia
que nos está azotando, y que ha costado la vida de miles de personas. Y no sé
cuantas más morirán.
Si somos conscientes
del poder que tenemos con la oración, y no lo aplicamos, somos corresponsables
de lo que le suceda a miles o millones de personas. Quizá personas de nuestra
propia familia, amigos, vecinos. Que todos somos seres creados por el mismo
Dios.
Estamos viviendo la
gran oportunidad de curar la enfermedad y de unirnos, todos los fieles que
creemos en Dios, para sanar a la humanidad –no solo de esta pandemia-, ya que
esta unión y hermandad debería ser para toda la eternidad.
Padre Dios, ¿cómo
puedo llegar a los responsables de las religiones monoteístas, y a sus fieles,
para hacerles este ruego, necesario y vital, de unirnos, para rezar juntos?
Padre Dios, ¿cómo
puedo ayudar? ¿cómo puedo llegar?
“¡Con el ruego y el rezo de millones de fieles, la solución será una
realidad
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