lunes, 27 de septiembre de 2021

“ARRIMAR EL HOMBRO”

 

“ARRIMAR EL HOMBRO”

Me educaron en respetar las leyes de los hombres y las leyes divinas. Me dieron unos valores religiosos con la educación, y a ellos he tratado de dedicar mi vida. He tratado y trato de ser consecuente con esos valores.

Espero que este comportamiento haya sido y sea el correcto tanto para los demás como para mí mismo.

Hago este preámbulo personal, porque no puedo hacerlo sobre otra persona, y todo para mostrar que es absolutamente necesario arrimar el hombro.

La obligación de arrimar el hombre es universal y personal, de todos y de cada uno. Nadie tiene derecho a no arrimar el hombro en los problemas sociales y familiares, a no cumplir con las leyes  de la convivencia humana, a no cooperar al bienestar social, a no frenar los problemas económicos como el desempleo y el paro; y nadie tiene derecho a dedicarse solo a su propio bienestar personal ignorando o no contribuyendo al bienestar social.

Todos estamos llamados a ser cumplidores con las leyes humanas y divinas arrimando el hombro y evitando los escándalos. Nadie se debe considerar superior para no cumplir con las leyes humanas y naturales, y los creyentes añadimos las leyes divinas.

No sólo es una obligación sino una satisfacción tratar de ser, y realmente ser, un buen ciudadano que cumplimos con nuestros deberes en el trabajo, en la familia, en el colegio, en la sociedad...

¿Cumplimos con los impuestos justos, con las leyes justas, votamos en conciencia, participamos honestamente en las acciones públicas...? ¿Y somos honestos en nuestros actos personales? Porque sin buena conducta personal no habrá buena conducta social.

Si así lo hacemos somos un ejemplo de la honesta, necesaria y sincera convivencia, fundamento del bien personal y social.

Arrimando el hombro en la vida personal y social, contribuimos a tener el mundo que merecemos. Un mundo de plena felicidad y de plena libertad. Bienes necesarios para una plena realización porque arrimamos el hombro -luchamos- con nuestro honesto comportamiento y participación. Y si añadimos el obrar por amor convertiremos nuestra vida en un don para la gente, un regalo.

Benditos y alabados sean los que arriman el hombro con su honesta participación tanto en la vida personal, familiar, como social, de ellos será la gloria terrenal y la eterna en el cielo, y esto es para todos, tanto creyentes como no creyentes.

Arrimar el hombro debe ser el comportamiento normal de todo viviente que hace su vida de forma natural. Tan necesaria es la ecología que cuida a los seres vivos y protege el medio ambiente, como una nueva ecología, el habitatismo, que también cuida y protege al hombre, a la humanidad.

Seamos habitatistas, no sólo cuidando el hábitat natural para la vida humana, sino también en el hábitat personal, familiar y social, y seremos ejemplo de arrimar el hombro cuando más se necesita para el bien personal, familiar, y social.


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