“ARRIMAR EL HOMBRO”
Me educaron en
respetar las leyes de los hombres y las leyes divinas. Me dieron unos valores
religiosos con la educación, y a ellos he tratado de dedicar mi vida. He
tratado y trato de ser consecuente con esos valores.
Espero que este
comportamiento haya sido y sea el correcto tanto para los demás como para mí
mismo.
Hago este
preámbulo personal, porque no puedo hacerlo sobre otra persona, y todo para
mostrar que es absolutamente necesario arrimar el hombro.
La obligación de
arrimar el hombre es universal y personal, de todos y de cada uno. Nadie tiene
derecho a no arrimar el hombro en los problemas sociales y familiares, a no
cumplir con las leyes de la convivencia humana, a no cooperar al
bienestar social, a no frenar los problemas económicos como el desempleo y el
paro; y nadie tiene derecho a dedicarse solo a su propio bienestar personal
ignorando o no contribuyendo al bienestar social.
Todos estamos
llamados a ser cumplidores con las leyes humanas y divinas arrimando el hombro
y evitando los escándalos. Nadie se debe considerar superior para no cumplir
con las leyes humanas y naturales, y los creyentes añadimos las leyes divinas.
No sólo es una
obligación sino una satisfacción tratar de ser, y realmente ser, un buen
ciudadano que cumplimos con nuestros deberes en el trabajo, en la familia, en
el colegio, en la sociedad...
¿Cumplimos con
los impuestos justos, con las leyes justas, votamos en conciencia, participamos
honestamente en las acciones públicas...? ¿Y somos honestos en nuestros actos
personales? Porque sin buena conducta personal no habrá buena conducta social.
Si así lo
hacemos somos un ejemplo de la honesta, necesaria y sincera convivencia,
fundamento del bien personal y social.
Arrimando el hombro
en la vida personal y social, contribuimos a tener el mundo que merecemos. Un
mundo de plena felicidad y de plena libertad. Bienes necesarios para una plena
realización porque arrimamos el hombro -luchamos- con nuestro honesto
comportamiento y participación. Y si añadimos el obrar por amor convertiremos
nuestra vida en un don para la gente, un regalo.
Benditos y
alabados sean los que arriman el hombro con su honesta participación tanto en
la vida personal, familiar, como social, de ellos será la gloria terrenal y la
eterna en el cielo, y esto es para todos, tanto creyentes como no creyentes.
Arrimar el
hombro debe ser el comportamiento normal de todo viviente que hace su vida de
forma natural. Tan necesaria es la ecología que cuida a los seres vivos y
protege el medio ambiente, como una nueva ecología, el habitatismo, que también
cuida y protege al hombre, a la humanidad.
Seamos
habitatistas, no sólo cuidando el hábitat natural para la vida humana, sino
también en el hábitat personal, familiar y social, y seremos ejemplo de arrimar
el hombro cuando más se necesita para el bien personal, familiar, y social.
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