“LA VOCACIÓN”
La vocación debe ser la meta a conseguir con
los esfuerzos y trabajos que sean necesarios para vivirla.
La vocación cubre todos los órdenes de la
vida: desde las necesidades y apetencias materiales, hasta las espirituales.
No tener vocación es como no mirar por donde
voy y, lo que es todavía pero, no saber hacia dónde voy.
La vocación es una necesidad existencial.
No sé si se puede vivir sin tener vocación y
sin tratar de convertirla en realidad.
La realidad es parte de la vocación, porque se
debe vivir de acuerdo a la praxis propia de cada una, y desarrollarla con el
mayor ahínco, voluntad, honestidad, fidelidad y amor.
Personalmente tengo diversas vocaciones, y
todas se fundamentan en este principio, que me imprimieron a fuego desde niño:
Amar a Padre Dios sobre todas las cosas y a usted como a mí mismo.
Gozo con ver feliz a las personas. Me lleno de
alegría al contemplar la risa de alguien que está alegre. Me complace compartir
alegrías, y buscar soluciones a las penas con la ayuda de Padre Dios.
Siempre he creído en la necesidad de tener
aficiones, porque llenan el alma, el corazón y las ilusiones y nos ponen en
camino de la felicidad.
Compartir aficiones es otro medio de vivir
vocaciones.
No creo que la vocación sea arrolladora e
imponga unas normas que sometan y obliguen a ser un esclavo más que un
beneficiario.
Quien vive sometido a la vocación tiene una
carga pesada de llevar, y que le costará arrastrar.
La vocación debe ser una satisfacción, una
alegría y una manera de vivir mejor.
La vocación debe ayudar, no a perjudicar, y
nunca someter, esclavizar o subyugar.
“¡La vocación debe ser una solución, pero jamás una sumisión!”
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