“¡LOS ELEMENTOS NECESARIOS TIENEN QUE SER DE LA HUMANIDAD!”
Nadie es propietario del aire. De la misma manera, el derecho
sobre otros elementos vitales para la subsistencia no puede ser exclusivo, ni
absoluto. Me refiero al agua, a la habitación digna, a la energía ... Tienen
que ser de todos.
La propiedad privada es un bien, porque asegura a los individuos
un mínimo de libertad. Es lícito beneficiarse de ella. Sin embargo, está
hipotecada: su aprovechamiento no puede dejar a un lado las necesidades vitales
de todos los miembros de la comunidad. Cuando éstas han quedado cubiertas, el
beneficio particular tiene sentido.
Probablemente haya que cambiar muchos comportamientos que afectan
a la humanidad en su conjunto, y que, paradójica e incomprensiblemente, ella
misma ha permitido.
“¡El ser humano se merece un mundo mejor!” El que ahora tenemos es
consecuencia de una pasividad cómplice que beneficia a unos pocos, algunos perversos.
Pero la situación de esa minoría es cada vez más insostenible e incierta. Nadie
aguanta toda la vida tirando piedras contra su propio tejado. Más tarde o más
pronto, acaba dándose cuenta de que se está haciendo daño. El único sentido que
veo al dolor que hoy padecen tantos es que golpea con fuerza nuestras
conciencias. Algunos ya se han despertado. Otros empiezan a hacerlo. Su sentido
de responsabilidad social puede transformar la situación y elevarla a la altura
que se merece el ser humano.
Somos administradores de un bien que es patrimonio de la
Humanidad: el Planeta Azul de la Tierra, un lugar maravilloso, cuyas
condiciones han hecho y hacen posible la vida. Está a nuestra disposición, pero
no podemos tratarlo caprichosamente. Buen administrador es quien cuida la
cosa que recibió y procura mejorarla. Cuidar la Tierra beneficia a
todos los seres humanos que hoy vivimos en ella. Además es una obligación que
tenemos con las generaciones futuras. No podemos dejar a nuestros hijos, a
nuestros nietos ... un mundo peor que el que recibimos, y se lo estamos dejando.
Esperar a que las reglas de la buena administración, del orden,
del aprovechamiento racional, sean impuestas autoritariamente desde arriba es
caer en el paternalismo. La opción es cómoda, pero tiene un precio muy alto: secuestra
la libertad y nos priva del poder de decidir lo que nos conviene. Ambas
cosas son irrenunciables. No se negocia con ellas.
La libertad no significa hacer lo que me da la gana, sino hacer lo
que puedo hacer sin dañar a un tercero.
La libertad me beneficia y beneficia a mi vecino.
Todo lo esencial, todo lo que es vitalmente necesario, está al
servicio del ser humano, afecta al bien común.
Es de sabios rectificar. El tiempo se acaba. Hay que empezar hoy.
¿Cómo? De una manera bien sencilla: si la mayoría se comporta
honestamente, impondrá esa manera de proceder.
Viene una generación de jóvenes maravillosos, solidarios,
realistas y participativos.
Tenemos que apoyar a esa juventud, para imponer la honestidad y el
bien que merecemos.
Acerquemos el futuro al día de hoy. No es una opción altruista, es
una necesidad.
Contamos con usted y con su familia. Son imprescindibles. Como lo
soy yo.
“¡¡¡La participación honesta en la única solución!!!”
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